Hace algún tiempo Benjamin Barker era un hombre honrado casado con una preciosa mujer. Ambos tenían una hija. Pero había otro hombre enamorado de esa mujer, el malvado juez Turpin que desterró a Barker por un crimen que nunca cometió. Ahora Barker ha vuelto convertido en Sweeney Todd y está sediento de venganza. No dudará en rasurar los cuellos de aquellos que le encarcelaron… aunque para ello venda su alma o le coste la vida.
Este es un claro ejemplo de obra nacida para ser llevado a cabo por un director. La adaptación cinematográfica del musical SWEENEY TODD: EL BARBERO DEMONIACO DE LA CALLE FLEET no podía ser llevado al cine por nadie más que no fuese Tim Burton.
Burton, con su particular estilo gótico, dota de fuerza a un cuento realmente original que tiene aspecto de pesadilla. La historia es bonita y se entrelaza perfectamente con el aspecto artístico de un director que, en este caso, se obsesiona con la sangre en exceso.
En medio metemos a Johnny Depp, desprendido del traje de pirata y sin estar encorsetado como en DESCUBRIENDO NUNCA JAMAS. Aquí Depp hace de un barbero con ganas de venganza y lo hace bandera. Solo Daniel Day Lewis podía quitarle el oscar. Depp tiene una serie de recursos ilimitados para hacer que el film gane importancia y si de malo malísimo metes al genial Alan Rickman entonces es cuando, básicamente, lo bordas. ¡Y es que hasta el inaguantable Sacha Baron Cohen me cayó bien!.
Magnífica película que roza el apelativo de obra maestra. Eso sí, tenéis que estar preparados para ver un musical en toda regla. Nada de una o dos canciones. No, no. Aquí hay un disco entero de canciones y algunas francamente buenas (ojo a la que canta Depp mientras se pasea entre la gente). Es un musical por todo lo alto y, si me apueras hasta un afeitado final, el mejor musical desde MOULIN ROUGE!. Nadie os afeitará mejor. Garantizado.
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