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Bruc: el desafío

Cuando el ejército de Napoleón descubre que su primera derrota se debe a un chico montañés, a un carbonero que, con su redoble de tambor, sembró el pánico entre sus tropas, envía a seis mercenarios curtidos en mil batallas con una sola misión: darle caza en las montañas de Montserrat y cortar su cabeza para clavarla en la plaza del pueblo. Tras asesinar a sus seres queridos y atemorizar a todo el pueblo con sus amenazas, se lanzan en su búsqueda por las montañas de Montserrat. Bruc (Juan José Ballesta) deberá luchar solo por primera vez para sobrevivir y vengar a su familia.

El comienzo es directo y aterrador: un campo de batalla en el Montserrat, plagado de cadáveres y heridos pertenecientes a las tropas napoleónicas. Esta estampa es el resultado de la famosa batalla del Bruc, en la que la heroica intervención del protagonista, Juan (interpretado con mucha solvencia por Juan José Ballesta), fue decisiva para inclinar la balanza a favor de la resistencia española. Así funciona todo el metraje: usando a su favor un guión sencillo y muy bien medido, hilvanado a partir de pequeños detalles que definen por si solos a personajes y a escenas enteras. No hay excesos, no hay grandilocuencia: “Bruc: El Desafío” es una película de aventuras clásica, con sus buenos, sus “malos” (entrecomillo esta expresión porque el grupo de perseguidores, pese a sus actos de crueldad, son todo menos vulgares sicarios de Napoleón Bonaparte, sino soldados con personalidades muy distintas y definidas) y su doncella en apuros (preciosa Astrid Bergès-Frisbey).

Con una ambientación impresionante y una genial labor de dirección por parte de Daniel Benmayor (que logra hacernos olvidar que dirigió esa infamia llamada “Paintball”), “Bruc” cuenta, rápidamente y sin apenas tiempos muertos, una historia épica de las de toda la vida, ensalzando valores como el esfuerzo y el coraje. Es por eso que funciona tan bien a lo largo de todo su metraje: sin ser un peliculón, nunca aburre y en todo momento narra de forma atractiva una historia al más puro estilo de Hollywood. Y, por si fuera poco, además de una factura técnica de bandera (con una labor de sonido atronadora y envolvente), tenemos a un reparto eficaz, sobretodo si hablamos de los villanos de la función: Vincent Pérez borda su interpretación como Maraval, saliéndose del estereotipo del malo maloso para crear a un líder despiadado pero carismático y considerado con sus hombres, acompañado por un muy sorprendente Santi Millán.

Se le podrían achacar una gran libertad histórica (con licencias poéticas del tamaño del Montserrat) y el hecho de que ciertos personajes secundarios (como el doctor, la familia de Juan o el periodista francés) pasan de largo y quedan desdibujados más allá del estereotipo que representan, pero son males menores en una cinta rabiosamente entretenida y muy satisfactoria, precisamente por ser consciente de las cartas con las que juega y por no pecar de excesivamente ambiciosa. Si queréis una alternativa navideña a “Tron: Legacy”, a adaptaciones literarias para toda la familia y a arquetípicos films de dibujos animados para contentar a la prole, os recomiendo sin pestañear “Bruc: El Desafío”. Si no vais con expectativas muy altas al cine, saldréis más que contentos.

Valoración: Muy buena


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