Un escritor en crisis de creatividad, prueba una nueva droga por recomendación de un amigo. La droga hace que pueda usar al máximo todas sus facultades mentales. Con una pastilla, logra escribir el libro que tiene pendiente y pasar al éxito. Ahora, un poderoso financiero de Wall Street siente curiosidad por averiguar qué se esconde detrás de tanto éxito…
Si bien es cierto que la historia es bastante rutinaria (protagonista en problemas, solución, meteduras de pata, moralina e intentar coger al malo), Neil Burger logra filmar todo de una manera extraña. Es decir, nos vamos poco a poco metiendo en la cabeza del protagonista con toda clase de excesos visuales justificados (a destacar la lluvia de letras o los títulos de crédito) que sirven como viaje psicotrópico del espectador.
Y también es cierto que Bradley Cooper tiene algo. No es el magnetismo de Downey Jr o la simpatía de, y ojo a lo que voy a decir, Nic Cage (no me meto en su vida privada, hablo siempre de lo que se ve en pantalla), pero Cooper parece un protagonista activo. Siempre nos da la sensación de que está haciendo algo, de que va a cobrar un cheque de dinero por ser el protagonista, pero que al menos se va a esforzar por ello.
DeNiro está también ahí, en una época en la que lo mejor que puede hacer es un secundario de altura y aquí, su papel de villano, tampoco da para mucho más. Al menos su presencia siempre resulta intimidatoria. El espectador pensará ‘¡Hey! Es DeNiro, no te metas con él amigo’.
Así pues se puede entender el éxito de ‘Sin Límites’ por ser un producto más que correcto, que no sobresaliente. Los productores han sabido estrenarla en un momento en el que no había nada en cartelera que pudiese hacerla frente o los estrenos fuertes han pinchado. Sea como fuere, ‘Sin Límites’ no hace daño, no ofende la inteligencia humana, tiene un discurso muy visto si, pero está filmada de manera distinta.
Lo Mejor: La dirección de Burger.
Lo Peor: Que te la sabes entera.