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Ojos en la Oscuridad

Ojos en la Oscuridad

Era una noche… ¿cómo otra cualquiera? …de Octubre, era ya muy tarde y todo estaba tranquilo… ¿demasiado tranquilo?…Cosa que era normal, si pensabas que eran cerca de las tres de la madrugada de un miércoles. ¿Quien iba a estar, a esas horas, en la calle?

De camino a casa, me encontré con un pequeño vagabundo, que rebuscaba entre la basura, con verdadero interés… ¿había oído algo?

Era un gato precioso, blanco como la leche, y con unos ojos que brillaban, con furor, bajo la luz de la luna. El gato me descubrió mirándole, giró la cabeza con indiferencia. Seguro, se preguntaba por qué una persona andaba por la calle a esas horas de la noche… ¿Seguro? Estuvimos un rato observándonos mutuamente, durante unos cuantos minutos… ¿O quizá horas? De repente, el gato desvió la mirada hacia mi derecha, justo detrás de mi y la visión debió horrorizarle. Los ojos se le salieron de sus orbitas, los músculos se le tensaron ¿Qué tenia a mi espalda? El gato lanzó un grito y desapareció tras la esquina, ¿un grito?, en ese momento lo pareció.

Otra vez me quedé solo… ¿solo? Volví la cabeza con una lentitud apenas apreciable ¿tengo miedo? ¡Miedo! Era lo único que sentía en ese momento.
Ahora las calles parecían tan desiertas, tan… ¿desoladas?

Poco a poco seguí girando la cabeza, centímetro a centímetro, milímetro a milímetro. De fondo, escuchaba el latido del corazón y el sonido que hacían mis músculos al girar, poco a poco, la cabeza. Un frío tangible se adentró hasta los huesos y un terror irremediable invadió mis piernas. De momento, solo veía las ruinas de un muro, que debió derrumbarse hacia ya mucho tiempo y nadie se molesto en volverlo a levantar. Mi campo de visibilidad, a cada milímetro, se hacia más grande. Notaba que mis ojos estaban abiertos como nunca, me faltaba saliva y no sentía las manos, apretaba la boca para evitar que repiquetearan mis dientes.

Algo brilló, una masa grande y ondulante me observaba desde las sombras. Repentinamente, hizo un movimiento difícil de discernir, pero para descubrirlo, con cierta claridad, tuve que fijarme bien … se diría que se levantaba. Sentí terror, no podía, aunque quisiera, castañear ni pestañear.
Sus ojos lucían de un color verdoso.

Eché a correr. Corría y corría, sin mirar atrás, mis pulmones explotaban, mis piernas reventaban y mi corazón palpitaba, con tal fuerza, que pensé se saldría de mi pecho, pero seguía corriendo sin parar. Un sonido gutural se oyó a mis espaldas, lo que me hizo imprimir mas impulso a mis piernas.

Mientras corría, imaginaba a la “cosa” atrapándome.

Llegue a mi casa. Un momento, que me pareció eterno, para encontrar las llaves. Abrí la puerta y la cerré con violencia tras de mi.

Estaba sudando hielo. Hice una pausa para recuperarme del esfuerzo y luego cerré todas las puertas, ventanas, persianas y cualquier otro sitio, por el cual, se pudiera acceder a la casa.

¡¡Había sentido el hedor de la bestia en mi nuca!!
Me acosté. Pensé que no podría conciliar el sueño, pero el cansancio y nerviosismo pudieron conmigo.

Algo me sobresalto, pero no le di importancia, como si no hubiera pasado nada… ¿nada?…Subí la persiana, ya era de día, todo ha sido un mal… ¿sueño?…si, un mal sueño.

“Siento hambre” pensé y al abrir la puerta de la calle, algo me echó hacia atrás:
”¡¡Santo dios!!“. El gato estaba allí, allí mismo, el gato blanco, con el que me encontré anoche, allí estaba, destripado.

Mila Marcos

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