Josh y su esposa Renai acaban de mudarse a una vieja casa junto con sus tres hijos. Tras un desgraciado accidente, uno de los niños entra en un estado de coma irreversible que los médicos no saben diagnosticar. Al mismo tiempo, empiezan a producirse en la casa extraños
fenómenos que aterrorizan a la familia. Puertas que se abren y se cierran solas, extrañas visiones…
James Wan debutó por todo lo alto hace unos años con la dirección de la película ‘Saw’, que a lo tonto todo el mundo recuerda, ya sea por su sorprendente final, como por las torturas… pero desde ese film, mantiene un aspecto visual inquietante. Dota a sus films de un ‘malrrollismo’ reinante. En todos hay una extraña sensación de que sucede o va a suceder algo malo (‘Sentencia de muerte’).
Ahora se decanta por el terror puro y duro que ya probó en aquella de los muñequitos diabólicos (‘Silencio desde el mal’) y lo cierto es que sabe desenvolverse con soltura. Eso para un director metido en género, es muy importante. Sabe mover la cámara, casi siempre al borde de la epilepsia, pero lo justo para no marear al espectador, para que nos situemos y sepamos dónde están los fantasmas, donde están los humanos y qué carajo le está pasando al niño.
No da miedo, pero repito, da mal rollo. Consigue que el espectador se sienta incómodo/nervioso, mucho más que ese bodrio enmascarado que era ‘Paranormal Activity’. A los directores de aquella Wan les da una colleja. Con un ínfimo presupuesto (pues el film no ha costado casi ná) sabe sacar partido a cada céntimo destinado a la película.
Bien los atormentados Patrick Wilson y Rose Byrne (ésta última cada vez me gusta más, por su habilidad para desenvolverse en distintos géneros). Hay alguna escena que hará saltar a más de uno de la butaca. Y su giro final, aunque previsible, concuerda y es bastante correcto. No os moriréis de miedo, tranquilos, pasaréis un mal-buen rato.
Lo Mejor: Que el ritmo va in crescendo.
Lo Peor: Ese final, aunque correcto, se huele un pelín.