Parece que el amigo Jim Carrey no está dispuesto a perder las raíces de su cine de siempre y ha decidido rodearse de los animales de moda (gracias a la película ‘Madagascar’) y sacar sus gestos de siempre a relucir para protagonizar ‘Los Pingüinos del señor Poper’.
Tommy Poper espera el momento en que, mientras se pone en puntillas de pie para alcanzar una radio de radioaficionados, pueda hablar con su padre, de viaje por el mundo. Años después, Tommy ya es el Sr. Poper, un promotor inmobiliario de éxito en Manhattan. Después de pasar por un divorcio amistoso con Amanda, y con dos hijos a los que ve cada dos fines de semana, el Sr. Poper lleva una vida de lujo en su ultra moderno apartamento de Park Avenue, mientras va muy bien encaminado a convertirse en socio de la prestigiosa firma para la que trabaja. Es decir, hasta que una mañana aparece un gran embalaje en su puerta, un último regalo de su finado padre, un recuerdo de la Antártida. Dentro de la caja de madera, arropado entre paquetes de hielo, se encuentra un pingüino, vivito y coleando. Ansioso por librarse de esta criatura salvaje, Poper se pone en contacto con todas y cada una de las agencias municipales y estatales imaginables, pero ninguna de ellas está dispuesta a hacerse cargo de un pingüino mascota…
La película supone el regreso de Carrey al estilo de comedia, donde mejor se desenvuelve. “Quería hacer una película que las familias pudieran recordar”, explica. “Hay gente que se resiste a trabajar con chicos y animales, por miedo a sentirse superada. Pero a mí me encantar captar la chispa de la inocencia. Y ¿qué mejor que los animales, pingüinos en este caso, y los niños para despertar esa inocencia en nosotros?”.
El film está basado en una novela, publicada en 1938, escrita por el equipo de marido y mujer compuesto por Richard y Florence Atwater. El libro cuenta la historia muy divertida, y a la vez emocionante, la de un humilde pintor de brocha gorda de un pequeño pueblo y su familia que heredan doce pingüinos.