Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero, con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro.
Ver ‘The Artist’ es enamorarte, inevitablemente de Bérénice Bejo. Qué espectacular actuación la suya junto a un perfecto Jean Dujardin. Si no fuese por lo bien que me cae Gary Oldman habría que darle el Oscar ya directamente a cualquiera de los dos. No haría falta que fuesen a la gala.
»The Artist’ es un film valiente, en una época en la que cualquier cinta taquillera tiene que tener el sumo componente de efectos especiales va y surge esta película. Estamos ante una clase de cine extinguido. Personalmente se la pondría a Michael Bay, para demostrarle que, en el cine, no todo son efectos especiales. Que hay planos y planos. La escena de Dujardin derramando sobre la barra del bar su copa es de lo mejor del cine del siglo XXI. O aquella pesadilla sonora. Espectacular. Sin palabras.
Y es que quizás todo sea más sencillo. Muchas veces perseguimos la perfección haciendo todo sumamente complejo y no vemos que la sencillez es el mejor camino. Es lo que explota ‘The Artist’. Con cuatro miradas, con cuatro gestos de inicio de película ya me ha ganado para toda la vida. Y encima la historia es enternecedora a más no poder. He salido del cine con ganas de comprarme un perro.
Si amáis el cine, tenéis que verla. Es un poema de amor al séptimo arte que os dejará sin palabras. Para mi gusto, tal vez, le sobran 5 ó 10 minutines de metraje . Es lo que le falla para rozar la perfección. Pero quizás eso no exista, o haya que hablar para conseguirlo. Pero si se habla, se corre el riesgo de fastidiarlo todo.
Lo Mejor: La pesadilla sonora.
Lo Peor: Probablemente no todo el mundo esté hecho para verla.