La lealtad de James Bond (Daniel Craig), el mejor agente de los servicios secretos británicos, hacia su superiora M (Judi Dench) será puesta a prueba cuando el pasado de ella vuelve para atormentarla. Al mismo tiempo, el MI6 es atacado, y 007 tendrá que localizar y destruir el grave peligro que representa el malvado Silva (Javier Bardem).
Antes de continuar (no quiero arriesgarme a que los Fans me manden al MI6 al completo), un apunte: aquí hablaré del James Bond cinematográfico, no de su referente literario, del que ha ido desligándose con el paso de los años volviendo, ocasionalmente, a retomar el espíritu de la obra de Ian Fleming.
Cincuenta años después, estamos ante la mejor película de James Bond, y también el mejor Bond posible para la Gran Pantalla.
Sam Mendes pone toda la carne en el asador, apoyándose en el sólido guión de los habituales Neal Purvis y Robert Wade, con la (inestimable) ayuda de John Logan, para entregarnos el 007 más cercano desde que Sean Connery disparó por primera vez su Walther PPK.
Sin descuidar (en lo más mínimo) la acción, Mendes propone una cinta llena de guiños a la Saga, pero que, sobre todo, explora el triángulo clave de ‘Skyfall’: la relación entre James Bond, descreído y maltratado por los años, lleno de brechas físicas y emocionales pero –pese a todo- siempre dispuesto a acabar el trabajo; M, su Supervisora y ‘Madre’, cuyos pecados vuelven para acosarla; y Silva, un antiguo Agente trastornado que busca venganza.
Daniel Craig, Judi Dench y un memorable Javier Bardem (que, en esta ocasión, se come a todos los que se cruzan con el en Pantalla -dejando el histrionismo del mismísimo Jack Nicholson a la altura del betún-, regalándonos una interpretación que debería estudiarse en las escuelas de actores) rebosan oficio y maestría.
Bond ya no es el superhombre plano capaz de todo: los enemigos de Inglaterra se esconden en las Sombras, sin grandes parafernalias ni obsesiones de dominio Mundial; los malos y los buenos, se difuminan en una amplia gama de grises.
‘Skyfall’, no solo pone de manifiesto la excelente salud de la franquicia, sino que certifica que el Bond definitivo para el Siglo XXI está aquí, listo para el servicio.
Y, por si no fuera suficiente, tenemos la mejor fotografía del año (Roger Deakins realiza un soberbio trabajo), una soberbia Banda Sonora que anticipa la acción y nos mantiene en vilo; el ímprobo trabajo de Daniel Kleinman elaborando los créditos iniciales (que miran al pasado y al futuro) que acompañan de maravilla la potente voz de Adele.
El Homenaje a cincuenta años de 007 no ha podido ser más acertado.
James Bond no pierde un ápice de su savoir faire, mira en su interior, rebusca en su pasado y, al final, se prepara para seguir dando guerra.
Lo mejor: El triángulo Bond-M-Silva.
Lo peor: Que solo dure dos horas y veinte minutos.
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