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‘Golpe de efecto’: Bola envenenada

Golpe de efecto

Golpe de efecto

Un veterano ojeador de béisbol de edad avanzada (Clint Eastwood), que está perdiendo poco a poco la vista, viaja con su hija (Amy Adams) – con quien mantiene una conflictiva relación paterno-  filial-  hasta Atlanta para observar a un joven talento.

Robert Lorenz, colaborador habitual de Eastwood como Director de la Segunda Unidad, debuta en el sillón principal dirigiendo al actor (y Mentor) que mejor conoce.

‘Golpe de efecto’, juega con las consecuencias de la vejez en un veterano ojeador, que lucha por continuar en la brecha en el moderno mundo de las estadísticas y la tecnología, mientras sus facultades se deterioran.

Hay una sensación que perdura durante todo el metraje: estamos ante un Drama deportivo de sota caballo y rey, hasta arriba de estereotipos, elementos introducidos con calzador y, en definitiva, facilón.  Lorenz juega en su opera prima con material de segunda fila; con un guión repleto de lugares comunes que sintetiza en menos de dos horas toda la mitología del campo de sueños.

La única razón por la que ‘Golpe de efecto’ salva los muebles, es el poder contemplar a un reparto de lujo en acción: Eastwood, inmenso, vuelve al viejo cascarrabias de ‘Gran Torino’ (con apenas matices), batiéndose el cobre con la excelente Amy Adams. La relación padre-hija es lo mejor de la cinta.

Cumplen también con creces un Justin Timberlake cada vez más actor y, por supuesto, el inmenso John Goodman, capaz de sacar oro de cualquier personaje, por ridículo o previsible que sea (echen un ojo al Mandamás de la Hermandad de Instaladores de Aire Acondicionado de la Serie ‘Community’, su participación en ‘Argo’ o la cinta que nos ocupa, y  tendrán tres pruebas irrefutables de que Goodman sigue en la brecha).

Pero, sin la exhibición interpretativa, lo cierto es que ‘Golpe de efecto’ bien podría formar parte de la filmografía de cualquier facturador de blockbusters de lágrima fácil que pululan por Hollywood, y no un proyecto en el que participe el Maestro Clint, de un lado u otro de la cámara.

Robert Lorenz hace lo que puede con lo poco que tiene, consiguiendo, al menos, facturar un film divertido y bien dirigido, pero plagado de tópicos, previsible, refrito y (lo peor) olvidable desde el momento en que se encienden las luces.

Lo hemos pasado bien, el dinero pagado por la entrada no nos remuerde la conciencia.

Pero queremos al Eastwood de ‘Gran Torino’, ‘Mystic River’ o ‘Sin Perdón’. No a este  acomodado abuelete que desde ‘Más allá de la vida’, parece conformarse con estar por encima de la media, sin reventar las expectativas.

Lo mejor: Las interpretaciones, geniales.

Lo peor: No hay nada genuino en ella.

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