Un narcotraficante (Eduardo Noriega) escapa de la justicia y huye en dirección a México. En su camino hacia la libertad sólo se interpondrá un policía (Arnold Schwarzenegger) de un pequeño pueblo fronterizo.
La vuelta de Gobernator a la pantalla grande (tras el cameo protagonizado en ‘Los Mercenarios 1&2’), solo puede calificarse como estimulante.
Bajo la dirección del Coreano Kim-Ji woon, ‘El último desafío’ no pierde el tiempo en pretender lo que no es, y desde el primer minuto se dedica a lo suyo: envolver al espectador en una película de acción a raudales, con aires de polvoriento y paleto western donde el Sheriff se las ve con el malo de turno, que pretende pasar por su pueblo como si tal cosa, el listo.
Los personajes son esbozos andantes que sueltan eslóganes, y cada vez que hablan sube el pan. No hay aquí intención de que sintamos empatía alguna por ellos (los buenos y los malos, los que van a morir y los que no, están claros a las primeras de cambio), sino la firme determinación de que esta orgía de balazos y chorradas nos entre por las retinas, y que sigamos pensando que Arnold Schwarzenegger puede seguir curtiendo lomos a golpes aunque después se vaya en tacatá.
Lo mejor de ‘El último desafío’, llega cuando Kim-Ji woon se mete en harina, alumbrando escenas de acción coloristas, dinámicas y muy efectivas (el rescate del Narcotraficante, las persecuciones, el duelo final) y aprovechando, además, la disposición total de Arnold a reírse de sí mismo y sus achaques, protagonizando un retorno con idéntico espíritu que el de Sylvester Stallone (aunque éste tenga muchas más dotes artísticas –y hoy por hoy, físicas- que su colega Austríaco).
Aparte de la acción y el cachondeo, ‘El último desafío’ no vale ni para calzar muebles viejos.
Forest Whitaker parece un actor amateur que, con cada nueva película (¿no debería ser al revés?) resulta menos creíble; Eduardo Noriega demuestra sus nulas dotes interpretativas una vez más (comparado con él, Arnie es Sir Alec Guinness) y (peor aún) pasa a engrosar la lista de villanos españoles junto a actores de la talla de Jordi Mollá y su malo de corta pega que habla raro y parece que no tiene ducha en casa.
También está por ahí Johnny Knoxville, que algún día interpretará a Hamlet y seguirá pareciendo Jackass; e incluso un solvente secundario de siempre, Luis Guzman, no vale ni como recurso cómico. Del resto de bustos parlantes, mejor no hablamos.
Un consejo: aparcad las neuronas. Si lo seguís os garantizamos que ‘El último desafío’ os resultará muy divertida, sobre todo en el segundo Acto. Si no lo seguís, mejor no os rasquéis el bolsillo para pagar la entrada.
Lo mejor: Arnold Schwarzenegger parodiándose y riéndose hasta de su maltrecha sombra.
Lo peor: Eduardo Noriega debería haberse quedado en Ceilán después del viajecito que hizo vía Adolfo Domínguez.