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‘El gran Gatsby’: ¡esas manos, Luhrmann!

El gran Gatsby

Felices años 20. Nick Carraway es un aspirante a escritor que busca inspiración para su primera novela en la esplendorosa ciudad de Nueva York. Son los años de la prohibición, del charleston, del jazz y de los nuevos ricos en una sociedad que pretende olvidar rápidamente la tragedia de la I Guerra Mundial. Su vecino, el misterioso y solitario magnate Jay Gastby es el hombre del momento: sus suntuosas fiestas han cautivado a la alta sociedad además de a su prima Daisy, infeliz en su matrimonio.

Primero, lo evidente: el australiano Baz Luhrmann sigue siendo un artista de lo ostentoso y sigue queriéndose mucho más que a las películas que adapta.

Esto no tiene por qué ser malo si te basas en guiones originales, pero puede salirte el tiro por la culata cuando adaptas un gran clásico de la literatura americana, ni más ni menos que el escrito por Francis Scott Fitgerald.

Muchos son los devotos del referente literario que encontrarán problemas en ‘El gran Gatsby’ de Luhrmann. Su película tiene momentos maravillosos, un DiCaprio formidable que encadena un papelón tras otro; una Banda Sonora de relumbrón y, también, impecable factura.

¿Entonces, cuál es el problema? Que, al igual que sucedió con ‘Romeo y Julieta’, los excesos de Luhrmann, su eterno mirar hacia su ombligo y el hecho de que es tan maestro en la forma como torpe en el fondo, convierten su versión (porque es total e inapelablemente suya) de ‘El gran Gatsby’ es una cinta intermitente que, al final, te derrite las retinas con la misma fuerza con que consigue enojarte por haber pasado por encima del autor y su obra.

Y eso, señor Luhrmann, no es rizar el rizo ni, mucho menos, ponerle la guinda al pastel. Si quiere adaptar a Fitgerald, hágalo, pero no a costa de sacrificarlo convirtiéndolo en ‘El gran Luhrmann’. Que su evocación de Nueva York sea perfecta, que de vez en cuando cuele una crítica a los excesos que tanto le gustan… no es razón para sepultar un clásico americano.

¡Esas manos, Baz!

Lo mejor: DiCaprio y el Luhrmann creador de imágenes impactantes.

Lo peor: a Luhrmann le importa un pimiento Fitgerald. A nosotros, no.

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