Atormentado por la pérdida de Jean Grey, Logan emprende viaje hacia Japón, donde se reencuentra con Yashida, un importante hombre de negocios que, durante la II Guerra Mundial, fue salvado por el héroe de los x-men. Este magnate le propone a Lobezno un intercambio: eliminar su condición de mutante a cambio de sus poderes de curación. Logan acepta y privado de su descomunal fuerza deberá de luchar contra diversos miembros de la Yakuza para poder sobrevivir y volver a reencontrarse a sí mismo.
El primer acierto (incluso Diana) de la película, es obviar la primera entrega en solitario de Logan, que fue un patinazo de proporciones épicas, solo salvable por la acertada síntesis vital del Mutante en los créditos iniciales.
El segundo acierto, contratar a un artesano capaz como James Mangold, Director todoterreno de la vieja escuela, que conserva la misma calma y control rodando a un Stallone gordo y sordo (‘Copland’) o un furibundo Mutante hasta arriba de esteroides, de pelo en pecho y Adamantium en las garras.
Si, además, tenemos a Hugh Jackman en la cúspide de su potencia física, con el carisma disparado (ahora mismo, la presencia de este hombre en pantalla, sin hacer nada, solo puede cuestionarla Dwayne ‘The Rock’ Johnson, tirando de sonrisa) y su condición de actor mayúsculo intacta, ‘Lobezno Inmortal’, tiene todas las papeletas para que nos olvidemos por completo de su predecesora.
Y lo hacemos, desde luego.
Durante las dos horas del viaje oriental de nuestro atormentado anti héroe, James Mangold se las arregla para esconder todos los indefendibles giros de guión, diálogos cursis y filosofía de galletita de la fortuna tirando de oficio.
Cuando el Libreto se estanca y no da para más, Mangold se saca de la manga la escena del tren Bala. Cuando Logan se pone ñoño y uno empieza a pensar que la historia de amor ocupará minutos de más, nuestro Mutante favorito saca sus garras, tira de humor y reparte a diestro y siniestro.
Al final, los personajes son un poco menos planos que en otras películas del género y las absurdas situaciones que no creeríamos jamás parecen hasta posibles cuando el portentoso Hugh Jackman inunda la pantalla.
Incluso el tercer acto (más simple que el mecanismo de un chupete), no entierra la película que, al final, consigue salvar los muebles, superar con creces a ‘X-Men orígenes: Lobezno’ y dejarlo todo preparado (que nadie abandone la Sala en los créditos finales. Advertidos quedan) para la venidera ‘X-Men: Días del futuro pasado’, que prepara Bryan Singer.
Considerando que estamos ante la sexta aparición de Lobezno en la gran pantalla, no es poco… ¿no les parece?.
Lo mejor: Hugh Jackman, amo y señor.
Lo peor: el desenlace, facilón.