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‘Riddick’: el Clon sale rana

Riddick

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Después de derrotar al Gran Mariscal de los necróferos, de convertirse en su señor y de dar cumplimiento a la profecía, Riddick ha sido traicionado por sus siervos y ha sido abandonado en un planeta desolador. Su única posibilidad de escape es llegar a una baliza y pedir rescate, pero al caer la noche aparecen unas criaturas carnívoras que serán lo peor a lo que se ha enfrentado hasta ahora. La aparición de unos caza recompensas en escena estimulan aún más a Riddick en su lucha por sobrevivir.

Tanto ‘Pitch Black’ como ‘Las Crónicas de Riddick (sobre todo la estimable Edición del Director)’ trajeron a la palestra un antihéroe de acción de los de antes: letal, egoísta, machista y furioso.

La segunda entrega de la franquicia intentó expandir el argumento pero el batacazo en taquilla hizo que sus responsables (David Twohy, Director, y Vin Diesel, estrella) se replantearan continuar la Saga por el mismo camino.

Así, en la tercera entrega, Riddick ha sido traicionado por los necróferos y exiliado en un inhóspito planeta donde deberá recuperar su naturaleza más salvaje si quiere sobrevivir un día más.

Aunque es innegable su capacidad para divertir, su violencia explícita y alguna que otra dosis de bienvenido gore, lo cierto es que ‘Riddick’ clona la fórmula de ‘Pitch Black’ casi de la A a la Z, cambiando unos monstruos por otros y unos mentecatos destinados a morir por otros.

Tendiendo puentes argumentales entre la primera y tercera entrega (que no vamos a desvelar) Twohy y Diesel echan toda la carne en el asador mostrando al Furyano más depredador que nunca pero, también, más leal y, en cierto y retorcido modo, humano.

Pero ‘Riddick’ adolece de un gran problema: el endeble Libreto firmado por el propio Twohy, que apenas bosqueja unos personajes tan estúpidos como improbables, con los que es imposible conectar y de los que solo deseamos su muerte a manos del huraño vengador.

Una cosa es que el Blockbuster contemporáneo tome, en general, a los espectadores por idiotas tragones de palomitas, y otra es que no haya ni un atisbo de inteligencia en las acciones de estos mercenarios que, se supone, vienen a cazar a Riddick porque son los mejores.

Jordi Mollá se lleva la palma como el peor adversario de la historia reciente. Si alguien es capaz de pensar que (ya sea en ciencia-ficción lúdica como en cualquier otro género) semejante tonto del haba va a ser capaz de comandar una tropa de mercenarios de élite, necesita repasar un poco los fundamentos básicos del dibujo de personajes. En una parodia tal vez, pero como rival de Riddick… por favor.

Todos los integrantes del elenco (salvo el propio Diesel, su chulesca voz en off e incluso el perro alienígena) son insalvables. Bustos parlantes que, cuando no hacen lo que se ve a la legua que van a hacer, dicen la frase de galletita de la fortuna o Jersey Shore galáctico que toca, o mueren de las formas más imaginativas posibles.

Tras el gran primer acto donde un hombre atípico sobrevive en un planeta letal con ingenio y fuerza, la cinta deriva en un western polvoriento mezclado con la Space Opera de serie B con ciertas, e impostadas, ínfulas.

El Clon ha salido rana. Esperemos que si la taquilla acompaña, el retorno de Riddick camine por la senda trazada en la segunda entrega que, para bien o para mal, mostró una clara evolución del personaje.

Lo mejor: el primer acto.

Lo peor: todos los secundarios (incluida la triste mención especial para Jordi Mollá, que no levanta cabeza desde que inició su aventura hollywoodense).

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