Richie Furst (Justin Timberlake) es un estudiante de la Universidad de Princeton que pierde el dinero que necesitaba para su matrícula al apostarlo en un juego de póker online. Cuando descubre que el sitio web está alojado en una isla remota, va a enfrentar a su dueño, el millonario Ivan Block (Ben Affleck), pero termina convirtiéndose en su discípulo y mano derecha. La relación entre ambos alcanza el punto de ebullición mientras un agente del FBI (Anthony Mackie) intenta utilizar a Furst para detener a Block.
Sin riesgo, no hay gloria.
Algo tan simple es lo que debería haber tenido en cuenta Brad Furman cuando decidió aceptar el encargo y filmar ‘Runner Runner’, cinta que reunía todas las condiciones necesarias para actualizar el género y constituirse como gran thriller que trasladara el glamour de antaño de los Casinos a la era 2.0 del multimillonario negocio del Póker online.
Nuestro gozo, en un pozo.
‘Runner Runner’ quiere ser correcta en sus formas, y arriesga tan poco que, al final, nos deja un regusto insípido y la sensación de haber desperdiciado nuestro tiempo en ver cómo maltrataban un diamante en bruto, tallándolo de cualquier manera.
Todos los tópicos están ahí: el gánster carismático sin escrúpulos (Ben Affleck, es lo mejor de la película, que ya es decir); la chica florero (el talento de Gemma Arterton se va apagando poco a poco, aceptando papeles que le quedan muy pequeños o no aportan nada bueno a su carrera); el chico bueno y listo metido en problemas, alucinando con el dinero fácil (Justin Timberlake, que parece dispuesto a darnos una de cal y otra de arena. Cuando pensamos que hay un actor ahí dentro, el se empeña en dejar claro lo contrario con un personaje soso y plano) y, por último, el decadente mundo del crimen, que lo es lo vistas cómo lo vistas.
Tras el prometedor arranque, la cinta se desinfla sin remedio en la hora y media restante, en un continuo quiero y no puedo que sí, entretiene, pero nos obliga a mirarla desde lejos, totalmente ajenos a los que les pase a esas caras bonitas sin nada dentro.
Furman resuelve con solvencia su película sin sudar ni una gota.
Pero deja claro, muy claro, que lo de la brillantez no es cosa suya.
Y sin riesgos que correr, la gloria solo se la llevan los grandes.
Lo mejor: Ben Affleck. Poco a poco, sus dotes interpretativas se acercan a su talento como Director.
Lo peor: es tan correcta y previsible que no aporta nada.