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‘Prisioneros’: la escalofriante realidad

Prisioneros

Keller Dover es a todas luces un ciudadano ejemplar en su comunidad, amante de Dios y de su familia. Todo va bien en su vida hasta que su hija es secuestrada. Desesperado, confía en la policía para que encuentren a su pequeña. Sin embargo, en el transcurso de la investigación, queda en libertad al principal sospechoso por falta de pruebas. Impotente, Dover se embarca en su particular cruzada para recuperar a su hija, transformándose en una persona muy peligrosa para quién se cruce en su camino.

Se acabó el Verano, y con el Otoño llegan las grandes películas de personajes, ésas que se postulan para los Oscar y ponen de manifiesto que el Cine, por mucho que las Empresas que rigen sus destinos quieran ganar dinero a espuertas, sigue siendo el Séptimo Arte por derecho propio.

En ‘Prisioneros’, Denis Villeneuve arma un thriller de altura, capitaneado por un elenco de actores en estado de gracia, donde destacan los inmensos Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, amos de la función.

Alejado de cualquier efectismo barato, totalmente apegado a la escalofriante realidad, Villeneuve desnuda a ese devoto padre de familia que, acorralado y abandonado por el encorsetado Sistema, saca el Monstruo que lleva dentro, decidido a encontrar a su hija cueste lo que cueste.

El sólido Libreto de Aaron Guzikowski y la magnífica fotografía de Roger Deakins nos arrastran a la América profunda y oscura, sumiéndonos en una angustia creciente donde no hay lugar para el respiro, donde cada plano nos quita un poquito de nosotros mismos y nos da una bofetada de realidad y, también, un repaso completo a la frágil condición humana.

La implacable losa del vástago ausente, y cómo ésta va corroyendo la cordura de los atribulados progenitores, obligándoles a dar pasos cada vez más cercanos al abismo, lanzan como flechas incómodas preguntas que ponen en entredicho la moralidad y nos enfrentan a los miedos que siempre descansan en lo más profundo de nuestro ser, esperando el momento para aflorar.

¿Es moralmente aceptable saltarse todas las reglas para salvar a un ser querido?; ¿podemos llegar dónde la ley no llega, sin importar el coste?; ¿es el ser humano que vive en Sociedad una ilusión tan frágil como el momento en que los acontecimientos le ponen entre la espada y la pared? Éstas y otras preguntas afloran sin tapujos, obligando al espectador a experimentar los dilemas sin adornos y, al final, verse incapaz de tomar (totalmente y sin dudas) partido (atentos al magistral desenlace).

‘Prisioneros’ es una joya para todo amante del buen Cine, el que despierta consciencias y hace que nos preguntemos una y mil veces quiénes somos.

Compleja, sombría, incómoda, visceral… humana de punta a cabo, es otra firme candidata al Oscar, y una nueva lección de Cine mayúsculo.

Cierto es que su extensa duración hace que en contadas ocasiones se le vean las costuras, y que las pistas están muy a la vista para cualquier espectador avispado adicto al género.

Pero las virtudes sobrepasan con creces las pequeñas carencias y ‘Prisioneros’, se convierte en la gran película del temprano Otoño.

Lo mejor: Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal.

Lo peor: su excesivo metraje.

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