Después de la batalla de Nueva York, Thor trata de llevar una vida distinta a lo que ha conocido, pero la aparición de los elfos negros comandados por el terrible Malekith, pondrá en jaque a la raza Asgardiana. Reuniendo el poder necesario, emprende viaje a la Tierra para salvar a éste planeta y a su amada, la doctora Jane Foster. Si quiere vencer a tan terrible enemigo, el dios del trueno debe recurrir una vez más a sus valerosos amigos y a su hermano, Loki, aun poniendo así su vida en riesgo.
Si algo consiguió Kenneth Brannagh con el primer ‘Thor’ fue hacer una gran película de superhéroes y, además, de personajes, donde puso todo su conocimiento de la obra de Shakespeare (que con tanto acierto ha explorado durante los años) al servicio de una cinta personal y por encima de la media del Universo Marvelita, sin olvidar en el camino un solo elemento típico del Blockbuster.
Pero la fiesta, se acabó.
Después del exitazo de ‘Los Vengadores’, la factoría Marvel está decidida a hacer caja, aunque ello signifique que cada una de sus películas del héroe de turno sirva solo para poner los peldaños de ‘Los Vengadores: La era de Ultrón’, ‘Guardianes de la Galaxia’ o cualquier otra cinta venidera basada en los cómics, e hincharse de paso a vender muñequitos varios.
Para ello, no dudará en usar escenas finales, cameos divertidos pero imposibles (el capitán América) y cuantos elementos de avezado publicista estén a su alcance.
Que nadie se engañe: ‘Thor: El mundo oscuro’ es una película muy divertida (como, casi con seguridad, serán todas las que estén por venir). Sus 110 minutos pasan en un suspiro, y Alan Taylor consigue que el ritmo no decaiga, a golpe de martillo.
Pero todo lo que ocurre es de ‘marca blanca’.
‘Thor: El mundo oscuro’ adolece de una falta de personalidad que afecta a todo: el inane villano Malekith, el extenso y desaprovechado plantel de secundarios, e incluso la banda sonora (Brian Tyler no está a la altura de la partitura que Patrick Doyle alumbró para el primer Thor, llena de pasión, personalidad, épica y belleza) que no es mala pero sí como tantas otras iguales.
Todo está muy visto. Cada plano, cada enemigo, cada resolución de los acontecimientos, nos suena.
Menos mal que están por ahí Tom Hiddleston y Chris Hemsworth, dueños de sus personajes, y sin duda lo mejor del filme. Cada uno protagoniza momentos memorables (atentos al viaje de Thor en Metro o cada minuto de Loki encerrado en su celda), tirando de sana y gamberra autoparodia.
Cuando la cosa no da para más y los efectos digitales nos empachan, el humor aparece para salvar los muebles y maquillar lo estándar del asunto.
Marvel es una franquicia y Thor, una sucursal. Nos guste o no, parece que la Major está decidida a que éste sea su futuro… mientras los millones la acompañen.
Lo mejor: Thor y Loki.
Lo peor: está hueca por dentro.