El 31 de octubre se cumplieron 20 años desde que River Phoenix dejó de existir. Hace 20 años que nació su leyenda.
River siempre me causó curiosidad, por ser un personaje fascinante, tal vez demasiado adelantado para nuestra época. Su mente y talento, sobrepasaron todas las expectativas de cualquier cinéfilo.
¿Por qué no? Ni siquiera hubo tiempo de decir lo contrario. Pero de que era diferente, lo era y de que su actuación cautivaba, lo hacía. Una inspiración prestada, pues sólo nos acompañó 23 años de su vida.
Amante y defensor de los animales, hijo protector y cabeza de familia desde su niñez. Sus padres, dos hippies que deambulaban por el mundo con cinco hijos bajo el brazo. River, el hijo mayor del matrimonio, empezó a trabajar desde muy niño y se convirtió en la única fuente de ingresos familiar, haciéndose cargo de toda su familia. Esta responsabilidad generó en River el deber de buscar más personajes que interpretar, para seguir llevando el pan a la mesa. En ningún momento de su corta vida, según sus allegados, se apartó de esta misión, aunque su verdadera pasión era la música. Desde niño tocaba la guitarra y formó un grupo musical con amigos y su hermana Rain. Siempre se recordará el sonido de ‘Aleka’s Attic’.
‘Cuenta conmigo’ (1986), ‘Un lugar en ninguna parte’ (1988), ‘El amor es un juego cruel’ (1991) y ‘Mi Idaho privado’ (1991), son las cuatro películas que hasta ahora he visto de River. No temo decir que las cuatro interpretaciones son cautivadoras, el chico era un actor intenso. Inclusive por ‘Al filo del vacío’, fue nominado a un Globo de Oro y a un Premio de la Academia como mejor actor de reparto. Se ganó el respeto de la industria de Hollywood, además contaba con una fuerte legión de admiradores. Joven, famoso, millonario, al parecer, lo tenía todo.
River no encajaba con Hollywood, él era un ser espiritual, lo que transmitía era fuerte, natural, al mismo tiempo que endemoniado. Parecía vivir en una oscuridad constante e interminable.
Tenía una tristeza interior característica. Rara vez sonreía ante las cámaras. No le atraía la vida pomposa y falsa de Hollywood, buscaba alejarse de ella. No se inclinaba por los grandes proyectos, sino que prefería una historia importante que contar.
Activista del medio ambiente y de los derechos de los animales.
River murió un 31 de octubre de 1993. con 23 años. Colapsó, sin motivo aparente, en una calle de Los Ángeles. Lo declararon muerto en la clínica Cedars-Sinai. Días después, los medios confirmaron los motivos de su muerte: una sobredosis de drogas.
La noticia sorprendió al mundo, aunque no tanto a algunos de sus amigos cercanos. El cine perdía a uno de sus hijos, la familia Phoenix perdía a su primogénito y sostén económico, pero tristemente, el mundo perdía un gran talento.
Personalmente hablando, me encanta River, me hubiese gustado que sus amigos o familia hubiesen estado más alertas al grito de auxilio de esta joven estrella con gran de potencial. Lo veo en entrevistas y me pregunto: “¿No se dan cuenta?”. Se le ve perdido, en el limbo. Algunas veces hablaba como si tuviese algún principio de esquizofrenia. Me llamaba mucho la atención su comportamiento, como si algo escondiese, como si por algo rogara. No sé si alguien más se percató.
River tocó emocionalmente a muchas personas que lo conocieron, todos ellos lo dicen, era un ser especial, talentoso y sensible. Se fue muy rápido.
Espero que viviendo de la manera que lo hizo, haya podido ser feliz a su manera. Espero que lo poco que vivió haya sido suficiente para que se haya llevado un buen recuerdo terrenal. Espero que donde quiera que esté, sea feliz y que quien quiera que lo acompañe, pueda disfrutar de él y dejarlo ser, pues su esencia era esa, ser quien es. Pero en algunos lugares de la tierra eso no está permitido. Tal vez por eso no se sentía cómodo aquí e, inconscientemente, se fue a buscar un lugar mejor.
Por: Jime Benav.