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’12 años de esclavitud’: incontestable Obra Maestra

12 años de esclavitud

12 años de esclavitud

 

Siglo XIX. Solomon Northup es un músico de raza negra que vive junto a su familia en Saratoga Springs (Nueva York). Sin embargo, un día es secuestrado por dos compañeros de trabajo que lo venden a un comerciante de esclavos sin escrúpulos, acabando en Luisiana como propiedad de un cruel terrateniente, Edwin Epps, que le lleva al límite de lo que puede llegar a resistir un ser humano. Pero Solomon no se rinde con la esperanza de volver a ser algún día un hombre libre y reencontrarse con su familia.

Hay (contadas) ocasiones en la que la influencia de una película es tal, que cuesta sentarse ante un folio en blanco y realizar su crítica.

Primero, lo obvio: Steve McQueen se ha ganado por derecho propio el figurar en el Olimpo de los Directores actuales, tras películas redondas como ‘Hunger’ y ‘Shame’, contundentes y magníficas.

’12 años de esclavitud’ supone, sin embargo, su mejor película hasta la fecha y, además, la más sublime escenificación de la esclavitud que lleva tantos años atormentado la memoria colectiva de los Norteamericanos, al igual que el Nazismo, por ejemplo, lo hace con el pueblo Alemán.

Y, como no podía ser de otra manera, la cinta de McQueen huye de aderezos y visiones románticas (esto no es ‘El color púpura’ o las visiones distorsionadas del cine de los años 40 y 50) de un hecho que fue, simple y llanamente, atroz.

A través de un reparto excepcional (donde destacan los inmensos Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender), excelente producción general y una inmensa fotografía, McQueen destripa todas las descarnadas miserias de un período para la infamia, donde un hombre libre fue engañado y vendido como esclavo, para vivir doce años de esclavitud donde, cada día, era vejado de las peores formas que los seres humanos somos capaces de articular cuando aflora el depredador que llevamos dentro.

Sería un error amilanarse y no buscar el coraje para enfrentarse a la cinta. Incómoda, sí, difícil, también. Cada plano de ’12 años de esclavitud’ es una bofetada a nuestras consciencias y, a ratos, resulta todo un reto enfrentarse al realismo del relato.

Pero la vigencia del Séptimo Arte como vehículo para remover el alma de las masas queda patente con películas de este calibre.

Sin paliativos, estamos ante una Obra Maestra que pone de manifiesto la mayoría de edad de un Director y, a tenor del enorme éxito de público y crítica en Estados Unidos, el exorcismo tardío de una Sociedad que acepta sin peros la magnitud de la masacre perpetrada sobre toda una Raza.

Un hombre atado a una soga en un interminable plano, una violación patética, la mirada de un Solomon derrotado que, en su fuero interno, piensa que jamás volverá a disfrutar de la libertad que le fue arrebatada…

Hay mil razones para ver ’12 años de esclavitud’.

Pero la más importante es simple: por primera vez, les contarán la historia como ocurrió.

Y habrá que mirarse en el espejo cada mañana aceptándolo.

Lo mejor: su realismo.

Lo peor: que no haya más películas tan osadas al contar temas capitales de la historia de la humanidad.

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