Woody Grant es un anciano al que la demencia y el abuso incontrolable del alcohol le han acercado peligrosamente al final de su vida. Tras recibir la noticia de que ha ganado un «premio», convence a su hijo para que le acompañe en un viaje para ir a cobrarlo. El trayecto desde Billings (Montana) hasta Lincoln (Nebraska) dispone un acercamiento entre los dos, después de varios años separados por diferencias irreconciliables, en lo que puede ser la última oportunidad para poder estar juntos.
Soy consciente de las palabras mayores que voy a escribir a continuación: ‘Nebraska’ es la mejor película de Alexander Payne. Hecha ésta, podría retirarse tranquilamente a vivir del cuento, pues ha conseguido el gran hito de su carrera con muchos años, aún, por delante.
En su primera obra maestra, Payne analiza en clave de humor (¿o no? A veces es difícil saber si estamos ante una Comedia repleta de grandes gags o un Drama que golpea cuando menos lo esperamos) la América profunda, esa en la que el tiempo parece haberse detenido y todos los días son iguales que los anteriores.
Como siempre, Payne echa mano de un casting maravilloso, alumbrando personajes majestuosos con una vida que muy pocos querrían para sí.
Por encima de todos ellos, Bruce Dern en el papel definitivo. El actor tira de madurez, humor y cinismo, desnudando su alma ante la cámara.
Su Woody Grant es insoportable, testarudo, entrañable y absurdo. Un padre mediocre cuya inexistente relación con su hijo y las rocambolescas circunstancias que los han vuelto a reunir ponen las semillas de un viaje que les sacará de la rutina que les atenaza.
Un personaje que se codeará con el Nota, Schmidt y otros titanes del universo larger than life.
Es la primera vez que Payne, además, saca tanto jugo a un Libreto que no tiene su firma. Cuesta determinar dónde acaba el Director y empieza el guionista Bob Nelson. Ambos han conseguido una simbiosis creativa pocas veces vista.
Como colofón, el perfecto uso del blanco y negro reafirma la cinta y, cuando ésta toca a su fin, nos damos cuenta de la grandeza de un relato aparentemente pequeño.
La vida misma. Sin paliativos ni maquillajes. Un viaje fascinante que siempre nos guarda dosis de cal y arena, de amor y odio, de encuentros y desencuentros, de risas y llantos.
Les llegará al corazón, y lo hará para quedarse ¿qué más podemos pedir?
Lo mejor: Bruce Dern. Si no se lleva el Oscar, que le hagan uno personalizado .
Lo peor: ni Indiana Jones le encontraría un pero.