El agente Bill Marks se prepara para otro vuelo rutinario pero, al poco de despegar su avión, recibe un mensaje donde se le indica que tiene que convencer a la compañía aérea para la que trabaja de que ingresen 150 millones de dólares en una cuenta o si no, cada 20 minutos, matarán a un pasajero. Sin posibilidad de hacer volver al avión o de detener el vuelo, encontrándose a 12000 pies de altura, éste Marshall federal tiene que hacer frente a la amenaza e impedir que asesinen a los viajeros.
La nueva película del español Jaume Collet-Serra sería un despropósito si no contara con el concurso de su pareja protagonista, los incombustibles y siempre certeros Liam Neeson y Julianne Moore.
Este thriller en las alturas está lleno de tópicos, tocando cada punto del género aéreo que hemos visto una y mil veces. Collet-Serra no aporta nada nuevo, pero sí consigue agilizar la narración para que los cien minutos de metraje pasen en un suspiro, ayudado por las piruetas de un guión absurdo pero dinámico y el aprovechamiento de cada recoveco del avión, que se convierte en obligada zona de guerra.
Una vez más, Liam Neeson sostiene bajo sus hombros la aventura, cogiendo las dos o tres pinceladas de su personaje y haciéndolas suyas para que parezca mucho más (como logró sin despeinarse en las dos entregas de ‘Venganza’).
El agente hecho polvo, alcohólico y pesimista que tantas veces hemos visto, pero con el toque de un actor polivalente que resulta igual de convincente como Jesuita en ‘La Misión’, Jedi o malhumorado y letal alguacil.
En ‘Non-Stop’, lo que falta de cerebro lo suplen los actores. Cogidos con pinzas, pero de las buenas.
Y, entre frenéticas peleas (atentos a la magnífica coreografía de guantazos en el lavabo) y disparos, también hay una crítica elemental pero efectiva a la paranoia estadounidense post 11-S.
¿No está mal para una ‘de tiros’, no les parece?
Lo mejor: la pareja protagonista.
Lo peor: no aporta nada nuevo.