Steve Rogers, alias el Capitán América, trata de adaptarse a la vida moderna en Washington DC. Enrolado en la agencia SHIELD, junto a Nick Furia, comienza a investigar una peligrosa trama conspiratoria, a nivel mundial, que pretende cambiar el orden de las cosas. Natasha Romanov (Viuda Negra) y Sam Wilson (El Halcón) son sus compañeros de viaje para acabar con esta amenaza letal, bajo la que se esconde uno de los enemigos más poderosos a los que se hayan enfrentado nunca: El soldado de invierno.
El mejor cumplido que puedo hacer a los hermanos Joe y Anthony Russo, directores de ‘Capitán América: el soldado de invierno’, es que han recogido con energía el testigo dejado por Joe Johnston, pergeñando una secuela de altura que desarrolla el personaje además de derretir nuestras retinas con apabullantes escenas de acción.
Marvel sigue fiel a sus planes, que convergerán en la siguiente entrega de ‘Los Vengadores’. En la nueva aventura del Capitán hay elementos que conectan con lo que está por venir pero, además, existe una clara evolución del personaje, el más carismático, humano y complicado del Universo Marvelita (con perdón de Tony Stark).
No nos engañemos: salvo excepciones contadas (el primer ‘Thor’, el ‘Hulk’ de Ang Lee y un par de entregas de los ‘X-Men’) la profundidad dramática de los superhéroes de la factoría, en su vertiente cinematográfica, resulta bastante simple. La estrategia de la major, además, queda en las antípodas de la ofrecida por DC en sus entregas del Batman de Nolan o la reciente (y fallida) ‘El hombre de acero’.
Por eso, resulta estimulante ver que ‘Capitán América: el soldado de invierno’, se toma su tiempo en desarrollar los personajes, planteando la intriga (donde el enemigo está más allá de las puertas) cuidadosamente mientras las orgías de peleas y tiros se suceden para nuestro divertimento (quedarán para el recuerdo la persecución a Nick Furia y el primer encuentro entre Rogers y su Nemesis).
Más cerca de ‘Misión: imposible’ que de ‘Los Vengadores’, las dos horas largas de metraje pasan en un suspiro, con los giros de guión que ya son marca de la casa (aquí, se ven venir a kilómetros), el obligado y divertido cameo de Stan Lee y un par de escenas finales que, de nuevo, nos dejan con la miel en los labios.
Chris Evans, Scarlett Johansson, Sebastian Stan y Anthony Mackie hacen el resto, poniendo sangre, sudor y lágrimas en unos personajes en los que creen a pies juntillas.
La mejor segunda entrega de un superhéroe de Marvel. Y eso, con la que está cayendo, es decir mucho.
Lo mejor: Chris Evans, cien por cien Steve Rogers.
Lo peor: se intenta plantear una intriga sorpresiva, pero todo se avista a kilómetros.
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