Durante una expedición a la jungla africana, muere en un accidente de helicóptero John Greystoke y su mujer. Sin embargo, su hijo pequeño J.J. escapa milagrosamente de la muerte y es adoptado por un grupo de gorilas que lo crían como a uno más de su comunidad. Pasan los años y el joven, conocido como Tarzán, se ha convertido en el rey de la selva. Ahora debe proteger su hogar de unos hombres que quieren un valioso mineral cueste lo que cueste mientras se enamora de Jane, una ferviente ecologista.
No era difícil imaginar que, tarde o temprano, tendríamos en la pantalla grande una nueva aventura de ‘Tarzán’, el clásico personaje creado por Edgard Rice Burroughs en 1912. En el imaginario de toda una generación queda el pañal que cubría al nadador Johnny Weissmüller en las míticas películas rodadas en las décadas de los 30 y 40, imitadas, mejoradas y también caricaturizadas muchos años después.
Tras el último ‘Tarzán’ animado de Disney, el director Alemán Reinhard Klooss se atreve a reinventar la historia en animación digital, conservando los elementos reconocibles y guiños del personaje, añadiendo tintes fantásticos y, por supuesto, enfatizando todas las cabriolas, piruetas y efectismos propios del cine palomitero del siglo XXI, que vienen como anillo al dedo del salvaje héroe.
Si nos preocupamos solo de disfrutar sin mayores pretensiones, el ‘Tarzán’ de Klooss aporta 100 minutos de entretenimiento familiar predecible de punta a cabo, pero adecuado para una calurosa tarde veraniega.
Cierto es que la animación lleva unos años de retraso (aunque algunos planos generales destacan por su belleza selvática), perjudicando sobre todo la expresividad de las caras de cartón de los personajes. Implicarnos con este Tarzán por sus cualidades gestuales es casi un acto de fe; con Jane y los demás personajes (Humanos o Primates), una temeridad.
Klooss acierta en el prólogo, introduciendo un elemento fantástico interesante que sirve de piedra angular a todos los acontecimientos posteriores que, sin embargo, nunca llegan a explotar con la suficiente pólvora como para levantarnos del asiento, boquiabiertos.
Tras una primera hora vistosa pero plomiza por el excesivo ‘desarrollo’ de unos personajes que apenas necesitan ser esbozados y el abuso de la voz en off del narrador, el desenlace se desarrolla a velocidad de vértigo, quemando todas las naves con ritmo endiablado, pero lleno de topicazos que hemos visto un millón de veces.
Correcta, respetuosa con el legado del Rey de la Selva, entretenida y bienintencionada… y muy lejos del subidón de adrenalina que debe sentirse cuando la cámara se cuelga con nosotros de liana en liana.
Otra vez será, Greystoke. Burroughs y su obra merecen más.
Lo mejor: los nuevos añadidos a la historia original no desentonan.
Lo peor: no arriesga lo suficiente como para aportar algo al legado.