Montaje y narratividad habían dado sus primeros coletazos en los albores del siglo XX, pero el conocido como el padre del cine moderno, David W. Griffith (1875 – 1948), irá más allá. Teniendo en cuenta que el montaje es el pilar sobre el que se sustenta el cine o lo que es lo mismo, es lo que consigue ordenar los planos y secuencias para consegir un ritmo. Griffith nos legará el montaje paralelo, base fundamental del cine americano. Se utilizan diferentes escenas de manera alternativa, relacionándose en el espacio o en el tiempo aportándonos diferentes puntos de vista. Todo esto se completa con otros elementos: panorámicas, fundidos, travellings, el raccord, los catchs , el cierre del objetivo y la profundidad de campo …, usados para llevar a cabo un discurso coherente.
Cuando se habla de montaje, tenemos que hablar del film ‘Nacimiento de una nación’ (The birth of a nation), todavía comprendido dentro del cine mudo. Datado en 1915, una fecha relativamente temprana, resulta innovadora en lo referente a la técnica. El guión se basó en la novela ‘The Clansman’ del reverendo Thomas Dixon, que narraba el nacimiento y la actuación del Ku-Klux-Klan. Su estreno tuvo lugar en la ciudad de Los Ángeles y paradójicamente, consiguió un gran éxito comercial a la vez que originó un gran número de críticas por el contenido racista. El título proponía una serie de fórmulas nuevas para la historia del cine, en primer lugar, nos encontramos ante la primera película que introduce una banda sonora orquestal y por otro lado, nos habla de la importancia del dramatismo dentro del discurso cinematográfico y de cómo es conseguido con elementos como el montaje además de ciertos movimientos de cámara.
Griffith terminará gestando un lenguaje sólido, el cual se usará indiscriminadamente. Aunque ha pasado casi un siglo, todas las películas que disfrutamos en la pantalla grande, tienen una deuda directa con ‘Nacimiento de una nación’.
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