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Relatos de Cine: El limpiador (Capítulo I)

Relatos de Cine: El limpiador

Si quieres leer el Prólogo, puedes hacerlo aquí.

Capítulo I

La hermana Norah

– Tienes que dejarlo mientras puedas, Brockie.

La Iglesia de la Tecnológica Trinidad estaba vacía. Hace dos horas que había cerrado sus puertas, y solo los invitados de honor podían compartir confesionario con la hermana Norah.

Brock tenía mucho que confesar. Uno de los Siete Telekinéticos que había en el mundo, contratado en exclusiva por la Corporación Asiática para mantener el delicado equilibrio entre potencias del Nuevo Orden. Un poder capaz de mover un pelo o desplazar un satélite. Un poder que solo podía controlarse con una cosa: miedo.

– Sabe tan bien como yo que no obedecer las órdenes de la Sección conllevaría la muerte de mis seres queridos. ¿Qué bits quiere que haga?

La hermana Norah calló. El Holoconfesionario tenía la enorme ventaja de poder traspasarse de ser necesario. Brock vio venir la bofetada, pero la encajó, imperturbable.

– Esta es la casa del Silicio, niño. No quiero oír ni una blasfemia más. ¿Te crees que somos católicos?

Como siempre, Norah tenía razón. El Silicio controlaba Internet alrededor del Mundo, y valía la pena estar calladito. Los inhibidores cada vez eran menos efectivos, y en su última rabieta hundió la Industria del Porno.

Brock le cogió la mano. Desde la muerte de sus padres y su llegada al Orfanato de la Tecnológica Trinidad, hace tantos años, Norah y las hermanas era lo más parecido que tenía a una familia de verdad. El último reducto de paz interior que le quedaba.

–  Si ataco a la Corporación y reúno a mis hermanos, los cincuenta años de gran guerra podrían ser una nota a pie de página. Hablamos de exterminio aquí ¿no lo entiende?

Norah sonrió. A sus setenta años, conservaba intacta la entereza. Las canas y los kilos de más solo  afianzaban su incontestable persona.

Relatos de Cine: El limpiador

Brockie, en 30 años has infligido más dolor que muchos en toda una vida. No había otra salida. Créeme, lo sé. Pero ha llegado el momento de decir basta. Tienes un Don ¿no lo ves? Entre los miles de millones de niños nacidos tras el conflicto, solo siete tenéis el poder de un Dios. Y  no puede haber siete Dioses con las manos manchadas de sangre.

Brock suspiró. A sus cincuenta años apenas aparentaba la mitad. El dinero a espuertas daba muchas ventajas en una Sociedad inmersa en la tecnología. Un niño malnutrido y asustado se había convertido en  un Apolo de metro noventa, músculos cincelados y una novocara con siete configuraciones.

Hoy era el australiano rubio de ojos claros.

Brock apretó los puños. Norah notó cómo sus pies se elevaban del suelo. En un segundo, estaba levitando sobre la estancia, como un ángel de gráciles movimientos. Cuando la trajo de nuevo al suelo, le besó en la mejilla. Siempre le encantó ese juego.

– ¿Ha llegado el día ?- preguntó.

– Sí, mi pequeño. Y pasé lo que pasé, siempre estaremos contigo. En la vida, y en la muerte.

Cuando El limpiador salió de la Iglesia, tenía clara su misión.

‘Ha llegado el momento de renacer’.

(Fin del capítulo I)

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