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‘Ojalá estuviera aquí’: la vida, más o menos

Ojalá estuviera aquí

Ojalá estuviera aquí

Aidan Bloom, un joven padre de familia, se encuentra al borde de una crisis existencial provocada por la desaprobación de su padre y por las responsabilidades de la edad adulta. Cuando su situación financiera empeora, toma la decisión de hacer algunos cambios para mejorar su vida.

A Zach Braff no solo se le da bien actuar, sino también ponerse tras la silla del director.

Su tercer largo tras ‘Algo en común’ y ‘Night Life’, certifica que el joven actor persigue películas grandes, trascendentes, larger than life. Sus referencias son muy variadas: desde homenajear a Woody Allen a través de sus neuróticos personajes y los diálogos brillantes a los rollos new age de ‘persigue tus sueños, que los conseguirás’.  

El problema de ‘Ojalá estuviera aquí’ es que la grandeza de esta pequeña historia se diluye en la forma en que Braff la traslada. No solo pretende divertirnos, sino llegarnos al alma, hacer que derramemos una lágrima mientras pensamos en los recovecos existenciales de la vida misma.

Ni que decir tiene que para llegar tan lejos hay que estar muy bien armado, y aquí el cineasta peca de falta de oficio. El Libreto (escrito por él junto a Adam J. Braff) es prometedor, pero se empeña en tocar demasiados palos (la superación personal, las relaciones paterno filiales, los avatares del destino, cómo enfrentarse al fin de la vida…) sin rematar ninguno.

Cierto es que los actores, desde los infantiles (atentos al joven pero muy experimentado Pierce Gagnon), los que ya peinan canas (el espléndido Josh Gad) hasta los veteranos (el siempre solvente Mandy Patinkin) están en su salsa, entregados a la causa. Pero por mucho que se impliquen con los personajes, hay demasiados momentos donde reina el exceso en lugar de la sutileza, donde Braff pierde el norte echando a un lado los diálogos brillantes para perderse en un derroche visual muy parecido al de otras (y mejores) propuestas de Cine Independiente.

‘Ojalá estuviera aquí’ transmite amabilidad, divierte y, desde luego, invita a la reflexión.

Pero sus grandilocuentes aspiraciones se quedan en un quiero (bien armado, bien dirigido, a ratos brillante) y no puedo.

Así y todo, el protagonista de ‘Scrubs’ en su rol de Cineasta ¡progresa adecuadamente! Esperemos que el tiempo y el oficio hagan el resto.

Lo mejor: algunos diálogos brillantes y la selección de canciones.

Lo peor: quien mucho abarca…

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