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‘Drácula. La leyenda jamás contada’: nada de Crepúsculos

Drácula. La leyenda jamás contada

Drácula. La leyenda jamás contada

Una historia original sobre Vlad Tepes o Vlad el Empalador, el príncipe rumano en el que se inspiró Bram Stoker para escribir su célebre novela (1897) y crear al vampiro más famoso de todos los tiempos. La película narra la trágica vida de Vlad, qué dilemas tuvo que afrontar y cómo se convirtió en un vampiro. 

En los últimos años (sobre todo a raíz de sagas adolescentes como ‘Crepúsculo’) la figura del vampiro ha ido diluyéndose, hasta convertirse en una imberbe y juvenil caricatura de sí mismo.

Si hablamos, además, del vampiro primigenio creado por Bram Stoker, las diferencias entre éste y sus compañeros chupasangre que brillan a la luz del sol, son abismales.

Por fortuna, el Drácula de Gary Shore está más cerca del de Stoker, tomando los rasgos característicos del icónico personaje, resaltando sus motivaciones e inquietudes puramente humanas, masificadas por la maldita sobrevenida condición sobrenatural.

Vlad el Empalador se convierte en el Príncipe de las tinieblas para proteger a su pueblo, en un último sacrificio que salde las deudas con su violento pasado como carnicero del letal ejército otomano. Un pasado que le atormenta y del que no se siente, en absoluto, orgulloso.

Los cimientos clásicos del relato están allí, y soportan el vistoso espectáculo digital: Gary Shore aporta energía a la narración, creciéndose en los momentos de acción y regalando un par de escenas visualmente memorables (Vlad tratando de salvar a Mirena, la primera aparición en el campo de batalla…) y guiños al género fantástico y de terror (la caverna del Vampiro…).

Cierto es que el libreto no se caracteriza por su originalidad (se ve venir a kilómetros) pero la hora y media de metraje trascurre en un suspiro, con Luke Evans soportando con entereza el peso del personaje, y Charles Dance haciendo lo que mejor sabe: robar planos a cualquiera.

Si la taquilla acompaña, Universal tiene en Drácula el filón para una fructífera Saga que, esperemos, desarrolle el personaje, reduciendo el derroche visual al mínimo imprescindible.

Sin crepusculadas… el Vampiro ha vuelto.

Lo mejor: no pierde de vista el legado de Bram Stoker.

Lo peor: el siempre inexpresivo Dominic Cooper.

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