En un viaje en tren, dos desconocidos intercambian miradas y es ese simple gesto el que cambiará las vidas de la francesa Alix (Emmanuelle Devos) y del misterioso irlandés (Gabriel Byrne). Alix es actriz de teatro y se dirige a Paris para realizar un casting. Doug es profesor de literatura en Londres y va al funeral de una amiga. La casualidad y la atracción son las aliadas perfectas para la excitante tentación de una aventura. Dudas, sueños, ilusión y miedos, son algunos de los sentimientos y sensaciones que tendrán nuestros protagonistas cuando sus caminos se crucen.
Al leer la sinopsis podemos pensar que nos vamos a encontrar con otra típica historia de amor de las grandes producciones en la que chico conoce a chica y todo fluye como la espuma con pompitas de corazones en el aire… pues no. Por suerte, Jerome Bonnell con Le Temps de l’Aventure se aleja de todo esto y nos sorprende desde el principio hasta el final.
Seguro que alguna vez alguien se ha cruzado en tu vida, vuestras miradas se han encontrado y una sensación extraña ha invadido tu cuerpo, puede que deseo, curiosidad o una atracción inevitable. Lo más seguro también es que no hayas hecho nada, hayas seguido tu camino sin mirar atrás, pero ese día esa persona habrá vuelto a tu cabeza de vez en cuando hasta que finalmente haya caído en el olvido. La historia de estos dos personajes te hacen fantasear, pensar en lo que podría pasar si le echas valor y aprovechas la oportunidad, una historia que perfectamente podría pasar en la vida real.
Alix es la protagonista y la historia la vemos siempre desde su punto de vista, con una gran interpretación por parte Emmanuelle Devos: sentimos la inseguridad, el miedo o el valor de esta mujer que sigue buscando su lugar en el mundo. Aunque Gabriel Byrne quede en un segundo plano, cuando aparece en escena con una simple mirada nos transporta a ese momento bordando su papel de hombre serio y misterioso.
Como siempre la banda sonora juega un papel muy importante a lo largo del film, el primer tema completa la escena consiguiendo transmitirnos por completo todas las emociones de lo que está sucediendo. El problema es que durante todo el metraje nos encontramos con el mismo registro musical, fantásticos temas de conocidos autores como Verdi o Mozart, pero la emoción que había conseguido la primera vez no se vuelve a repetir ya que en algunos de los momentos en los que la música vuelve a escena en lugar de intensificar las emociones hacen que pierdan fuerza.
Lo mejor: la posible realidad de la historia.
Lo peor: el mismo registro musical.