Un descubrimiento sorprendente lleva a un grupo de amigos a construir una máquina del tiempo que resulta ser un misterioso dispositivo con potencial ilimitado. Lo mantienen en secreto y comienzan a viajar al pasado experimentando ligeros cambios que van alterando, poco a poco, el curso de su futuro. Cada viaje aumenta la aventura pero también el riesgo y lo que ponen en juego. Al intentar adaptar el mundo a ellos mismos, crean efectos a escala mundial que acaban por afectarles directamente. Al final, se enfrentan a una carrera contra el pasado y el futuro para corregir sus errores y poner su vida de nuevo en orden.
La nueva producción (pretendidamente) Indie del vigoroso Michael Bay nos trae una película del reciente género found footage que utiliza como recurso el siempre estimulante tema de los viajes en el tiempo.
‘Project Almanac’ tiene en su haber unas cuantas virtudes, y también un par de defectos que lastran el resultado final.
Comencemos por lo bueno de la melé temporal: la cinta de Dean Israelite cuenta con un reparto tremendamente compenetrado y natural, que exuda química y dota de credibilidad a sus personajes.
En ‘Project Almanac’ no hay héroes al uso, ni conflictos épicos sobreactuados. Desde el prometedor inicio con la presentación al MIT, nos creemos lo que está pasando.
El excepcional montaje (capaz de soportar los envites de una filmación frenética alérgica a la Steadycam), el ritmo ajeno al reloj, los continuos guiños a clásicos del género fantástico como ‘Regreso al futuro’ o ‘Doctor Who’; el justito pero trabajado guión ( con un romance adolescente soportable incluido) y las bienvenidas pinceladas de humor, hacen que el excepcional viaje de estos cinco amigos trascurra en un suspiro.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce en la máquina del tiempo: Israelite quiere exprimir al máximo las virtudes del formato que nació con ‘El misterio de la Bruja de Blair’… y lo habría conseguido si la película se extendiera durante ochenta minutos o menos.
Con ciento seis minutos a sus espaldas, las excesivas piruetas de cámara y una fotografía en exceso luminosa, terminan por provocarnos dolores de cabeza… y el deseo incontrolable de que la montaña rusa se pare antes de que tengamos que bajarnos a toda prisa.
Para incondicionales del found footage y amigos de las locuras adolescentes… con paradojas temporales.
Lo mejor: la naturalidad del quinteto protagonista.
Lo peor: llega un momento en que maldecimos a las dichosas camaritas enfermas de Parkinson.