Un grupo de ocho escolares, acompañados por la directora Jean Hogg (Helen McCrory) y la joven profesora Eve Parkins (Phoebe Fox), se ven evacuados de Londres durante la Segunda Guerra Mundial y trasladados a la casi desierta aldea de Crythin Gifford. Allí conocen a Harry Burnstow (Jeremy Irvine), un piloto de la RAF que tiene el mismo destino que ellos, la ruinosa casa Eel Marsh, situada en una isla conectada a tierra firme únicamente por la carretera de las Nueve Vidas, una calzada que desaparece con las mareas.
‘La mujer de negro 2: El ángel de la muerte’ es una de esas secuelas que no va a pasar a la posterioridad porque no ha marcado la diferencia, pero sí que aglutina varios de los clichés que caracterizan el cine de terror. Roles típicos, una casa en la que sabemos que ha sucedido algo terrible, con un ser que la ronda…. usando aspectos tan clásicos como éstos, el film se encuadra perfectamente dentro de la definición que el diccionario nos da de la palabra terror: «que buscan causar miedo o angustia en el espectador o en el lector.»
Ahora bien, le falta algo para poder decir que es una buena película de terror. Aporta tensión y sobrecogimiento creando la atmósfera necesaria para que el espectador se inquiete en la butaca, pero carece de sustos significativos. El terrible ser que nos tiene que inspirar el miedo, aparece en contadas ocasiones y cuando consigue inquietarnos, es con una situación muy típica y esperada: una habitación, el cerrar de la puerta …
Cumple como ejemplo de película de terror porque usa fórmulas que no suelen fallar, pero es todo demasiado previsible, tanto que el espectador va tres pasos por delante. Se adivina el final desde el mismo momento en que los niños aparecen en ese escenario tan sórdido y alejado del mundo. No hay ningún factor sorpresa que nos haga recordar la cinta después de salir de la sala.
El director Tom Harper no ha querido complicarse apostando a lo seguro.
Lo mejor: entretenida.
Lo peor: la casa de Eel Marsh House no asusta lo suficiente.
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