Tras ser secuestrado por dos criminales durante su creación, Chappie se convirtió en la «criatura» adoptiva de una familia tan inusual como disfuncional. Chappie es un prodigio, un caso único con un talento excepcional: es un robot con sentimientos.
Si ‘Robocop’ conociera a ‘Cortocircuito», y ambas hicieran migas con ‘Yo, Robot’, en un mundo ideal el resultado sería ‘Chappie’.
Pero, como la desolada Johannesburgo, lo ideal no existe en la última película de Neill Blomkamp, que parece decidido a que olvidemos, sin prisa pero sin pausa, su prometedor debut con ‘District 9’.
Si ‘Elysium’ supuso un patinazo en la joven filmografía del cineasta, su tercera película propina un serio revés al crédito que los fans de la Ciencia-ficción realista, polvorienta y cruda le dimos.
‘Chappie’ puede presumir de un impecable acabado visual (la definición del robot es impresionante), cuidada banda sonora (el maestro Hans Zimmer vuelve a la carga, metálico, épico y perturbador) y potencial ilimitado al alcance de la mano para alumbrar un acontecimiento inolvidable.
Sin embargo, el sudafricano desperdicia el calado dramático y las ramificaciones éticas, políticas y morales inherentes al nacimiento de un nuevo concepto de vida.
Son varios los errores que hunden en mediocridad la obra: el libreto, repleto de clichés y lugares comunes, carente de sentido del humor y excesivamente infantil; los personajes, desdibujados y, la mayoría, insoportables (el trío de pandilleros y sus enemigos son ridículos; Dev Patel y Sigourney Weaver no dan la talla; Chappie es un quiero y no puedo que resulta muy poco creíble en su proceso de aprendizaje vital… sólo Hugh Jackman salva los muebles tirando de oficio y carisma) y, como triste colofón, el trasfondo político que tan bien explotó Blomkamp en su ópera prima, se queda en brochazo grueso, muy grueso.
Como la película, Chappie es un modelo defectuoso. Incapaz de despertar nuestro cariño y simpatía, abocado a que su destino y el de sus descerebrada y disfuncional familia nos importe un pimiento.
Si hace unos años habríamos dado un riñón por ver a Blomkamp reflotar la saga Alien (su próxima película), ahora cruzamos los dedos para que el regreso de Ripley sea más que un mastodonte visual sin tacha, pero vacío por dentro.
Se requiere con urgencia una redención. La pregunta es ¿estará Neill a la altura?
Lo mejor: el impecable acabado visual.
Lo peor: en demasiadas ocasiones abraza el ridículo.