Owen Shaw, el hermano de Ian, clama venganza contra el equipo de Dominic Torreto. Séptima entrega de la saga ‘A todo gas’.
Hay que reconocer la evolución (o involución, según se mire) de la saga que nació con ‘A todo gas’: de cine barriobajero a sofisticadas aventuras que firmaría para sí el Bond más delirante.
La séptima entrega de la franquicia (que ojalá sea la última) hace de la hipérbole su santo y seña.
Nada de lo que ocurre tiene sentido. Cada nueva persecución, cada nueva pelea, cada nueva ‘flipada’, es más espectacular, absurda, y estúpida que la anterior.
Pese al oficio de James Wan (cualquiera diría que es su primer rodeo en el género) planificando asombrosas escenas de acción, ‘Fast & Furious 7’ no tiene justificación más allá de su rendimiento taquillero.
Ni el fuerte sentimiento familiar ‘de garrafón’ de sus protagonistas; ni la contundente presencia de Jason Statham; ni tan siquiera el carisma de Dwayne Johnson (que lo tiene, aunque Hobbs y sus punch lines sean inclasificables) consiguen salvar los muebles.
Aún entregándonos por completo al derroche visual, dejando las neuronas en casa, terminaremos por aburrirnos, saturados de tanto cochazo, balazo, cuerpazo y estupidez de un ¿guión? que sonroja hasta al más permisivo de los espectadores.
Felicidades a todo el equipo técnico. Sin duda se han ganado la paga llevando el espectáculo a otro nivel.
Para Diesel, Rodríguez, Ludacris y Tyrese, un consejo: vuelvan a la escuela de interpretación, o recuerden las cintas donde sí parecían actores y, por favor, intenten hacer alguna película normal después de… esto.
Lo mejor: el homenaje a Paul Walker y algunos alardes visuales.
Lo peor: certifica la defunción de la saga.