La falla de San Andrés acaba cediendo ante las temibles fuerzas telúricas y desencadena un terremoto de magnitud 9 en California. Ante tal catástrofe, el piloto de helicóptero de búsqueda y rescate Ray (Dwayne Johnson) y su ex esposa Emma (Carla Gugino) viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para salvar a su única hija, Blake (Alexandra Daddario). Pero su tortuoso viaje hacia el norte solamente es el comienzo del desomoronamiento de todo lo que creían firme en su vida.
Hasta la fecha, el noventa por ciento de películas que cuentan con la presencia de Dwayne ‘The Rock’ Johnson, por muy tostón que fueran, se sostenían gracias al carisma de esta mole norteamericana.
Robaplanos de nacimiento, el culturista y luchador felizmente reconvertido en estrella de Hollywood lo da todo en cada proyecto, ya sea marcando músculo (‘Fast & Furious’), tirando de carisma (‘La montaña mágica’), riéndose de sí mismo (‘Rompedientes’), o metiéndose en dramas con mensaje (‘El Mensajero’).
En esta ocasión… no es suficiente.
‘San Andrés’ es una cinta de catástrofes elevada a la máxima potencia (imposible contar el número de cadáveres y edificios destruidos), que convierte la filmografía de Roland Emmerich en una voladura de petardos en el patio de un colegio.
Sin mesura ni leyes que le valgan (las de la física, al menos, se las pasa por el arco del triunfo), la película dirigida por Brad Peyton puede enorgullecerse de alternar increíbles (sí, esto es peyorativo) planos apocalípticos como de carecer, por completo, de la mínima coherencia exigible incluso en un producto veraniego de multisala.
El insultante (por estúpido, previsible y facilón) guión de Carlton Cuse, plagado de diálogos mononeuronales, personajes apenas dibujados y más planos que la línea del horizonte, hunde cualquier intento de que la cosa se ponga interesante.
Asumiendo que los destinos de estos bustos parlantes nos importan un pimiento, la odisea de ‘San Andrés’ termina por aburrirnos cual ovejas. Ciento y pico minutos que se hacen eternos.
Incluso en las películas del ya citado Emmerich encontramos personajes más jugosos, embolados familiares algo creíbles y una moraleja, por tonta que sea (cuidado con el cambio climático; no experimentéis con bichos nucleares; nada de celebrar como idiotas la llegada de una desconocida nave alienígena…).
Dicho esto, háganse una idea de lo que es ‘San Andrés’. No pierdan el tiempo… ni el dinero.
Lo mejor: los inescrutables ojos de Alexandra Daddario.
Lo peor: guión… ¿qué guión?