Adaptación del cómic de MARVEL. ‘Ant-Man’ nos contará la historia de Hank Pym, un científico que a raíz de unos experimentos ve modificado su tamaño hasta el de un insecto. Posteriormente desarrollará un casco que le permitirá comunicarse con las hormigas.
Hay un problema fundamental en la última adaptación a la gran pantalla del pequeño héroe Marvelita: se estrena a destiempo.
Cuando Marvel demostró que podía ir más allá de Lou Ferrigno pintado con Titanlux, sacándose de la manga el ‘X-Men’ de Bryan Singer o el ‘Iron Man’ de Jon Favreau, estirando presupuestos justitos sin perder interés ni meterse de lleno en elaborados arcos transmedia… en ese momento es cuando algo pequeñito y sencillo como ‘Ant-Man’ debería haber visto la luz.
La cinta de Peyton Reed es más simple que el mecanismo de un chupete: fundamentalmente estamos ante una comedia de acción y atracos, con un par de tramas familiares tontas y predecibles, compinches medio lelos del improvisado héroe y un romance tan cantado como improbable.
Como motor, por supuesto, la inminente llegada del Apocalipsis cuando el sonado de turno (para la ocasión, un sobreactuado Corey Stoll/YellowJacket) decide vender un poder letal al mejor postor y el bueno de la función (Michael Douglas), intenta impedirlo ayudando a un entrañable loser (Paul Rudd) a redimirse tras una vida de continuas cagadas.
No es que ‘Ant-Man’ sea una película aburrida. De hecho, su justita duración y fluidez tras tantos ladrillos superheroicos se agradece.
Rudd asume con carisma y encanto el protagonismo de la cinta, regalando grandes momentos de comicidad y credibilidad (si un papanatas talentoso pudiera obtener el poder del Hombre Hormiga, sería igual que Rudd), y robando la cartera a todos sus compañeros de reparto (y eso que Michael Peña haciendo el tonto no tiene desperdicio).
Pero, tras el Mundo Oscuro de Thor, las dos entregas de los Vengadores, la debacle de S.H.I.E.L.D. en el segundo Capitán América y, en general, el enorme embolao grandilocuente en que nos ha metido la Casa de las Ideas, ‘Ant-Man’ se queda muy cortita, casi una nota a pie de página o un producto que hay que meter con calzador para que encaje en el milimétrico futuro cinematográfico planeado por Lee, Feige y la todopoderosa Disney.
Aunque la película grita a pleno pulmón que el tamaño no importa, y lo apoya con refrescantes escenas y acertados momentos, en un universo que hace tiempo rebasó la megalomanía elefantiásica… palidece cual hombre… hormiga.
Lo mejor: Paul Rudd, Michael Peña, el tramo final y algunos gags muy conseguidos.
Lo peor: debería haberse estrenado cuando Marvel era pequeña pero matona.