Una chica de Kansas sobrevive a la masacre de su familia y testifica en contra de su hermano como el asesino. 25 años después será visitada por una sociedad secreta que reclama la inocencia de su hermano. De algún modo, tan sólo reviviendo la tragedia podrá averiguar la verdad.
Tras la excelente acogida de crítica y público de ‘Perdida’, donde David Fincher daba vida a la novela de Gillian Flynn, en esta ocasión el cineasta Gilles Paquet-Brenner hace lo propio en ‘Dark Places’, cinta basada en la novela ‘La llamada del Kill Club’.
Aquí, pese al esfuerzo de todo el equipo, el resultado es correcto, pero no alocado, satírico, certero y corrosivo como fue en la cinta de Fincher.
De nuevo, partimos de un hecho traumático (el asesinato de una familia y las secuelas que dejan en los supervivientes) ocurrido en una Kansas gris y deprimida, cara B del sueño americano, y cómo éste atrae la atención de un peculiar club de adoradores de crímenes y buscadores de su resolución.
En la superficie, ‘Dark Places’, cumple con creces: un elenco bien ensamblado con personajes poliédricos en los que volcarse (con la versátil Charlize Theron y la perturbadora Chloë Grace Moretz a la cabeza); una ambientación desoladora y opresiva y, por último, una trama que avanza con cierta lentitud pero llena de giros, intriga y sorpresas.
El mayor pero de la película es desaprovechar el potencial del material que tiene entre manos. Brenner se mueve cerca del filo de la navaja, temeroso, incapaz de dar una vuelta de tuerca y lanzarse al vacío, consiguiendo ir más allá de un dramón interesante pero, al final, inofensivo.
Pasarán años hasta que olvidemos a la pobre y perdida mujer de Ben Affleck; la atormentada Charlize Theron y su búsqueda de la verdad permanecerá en nuestra memoria un par de días, a lo sumo.
Esto es ‘Dark Places’: un correctísimo querer y… no poder.
Lo mejor: no aburre.
Lo peor: desaprovecha el potencial sin asumir riesgos.