Inspirada en los acontecimientos que tuvieron lugar en un intento por alcanzar el pico más alto del mundo, ‘Everest’ describe el impresionante recorrido de dos expediciones que se enfrentan a una de las peores tormentas de nieve que jamás se haya conocido. El temple de los alpinistas se pone a prueba cuando deben superar obstáculos imposibles en un desesperado esfuerzo por sobrevivir.
Existe cierta belleza en la locura y la temeridad. Es esa belleza que Morgan Freeman asociaba al boxeo en el prólogo de la maravillosa ‘Million dollar baby’. La belleza de avanzar con una sonrisa hacia la propia destrucción. Hay algo de esa belleza y esa admiración en ‘Everest’. Sin dejar de ser en esencia un relato de aventuras, y para más inri basado en hechos reales, la película consigue trascender su superficie y nos habla de mucho más.
Evidentemente, el film se mueve en el terreno de la desigual batalla entre el hombre y la naturaleza. Ese combate de David contra Goliat se nos plantea en todo su esplendor con una estupenda dirección y una notable fotografía. No obstante, esta batalla tiene un matiz nada desdeñable y es que son los propios protagonistas (y víctimas) los que salen a buscar su propia destrucción. En unos tiempos en los que se autorizan viajes privados al espacio, la odisea de estos locos en busca de la cima del mundo se antoja como el reflejo especular de esa sociedad saturada de todo y ansiosa de emociones fuertes que den sentido a una vida lastrada de problemas.
Y es que, con la salvedad del personaje principal interpretado con pericia por Jason Clarke, el resto de personajes llegan a la montaña huyendo de su propia vida. El Everest es así el refugio ante aquello que no funciona en el mundo real. Allí arriba es posible el triunfo del humilde y la realización vital de una vida mediocre. Impagable es el retrato elaborado por Josh Brolin de ese escalador amateur a medio camino entre lo insoportable y lo digno de compasión.
Sin embargo, la montaña no perdona la frivolidad de aquellos que desdeñan su propia muerte buscando la cima. Es en ese momento en el que todo empieza a perderse cuando el ritmo se dispara y nos encontramos en una montaña rusa emocional por las laderas de la cumbre más alta del mundo. A pesar de basarse en una historia real, la cámara de Kormakur sabe mantener el suspense y dotar de emotividad cada plano.
Es difícil decir lo que es ‘Everest’: una historia de lucha por la supervivencia, una metáfora de la superficialidad del mundo contemporáneo, una oda a la locura… ‘Everest’ es muchas cosas, y casi todas son buenas.
Lo mejor: Unos cuantos personajes dibujados con precisión médica en medio de un reparto coral.
Lo peor: Cierto parón en el ritmo justo antes de que todo se descontrole.
¿Queréis saber en qué otras películas, la montaña ha sido la protagonista? Desde Paramount Channel, nos lo cuentan.