Durante las primeras décadas del siglo XX, asistimos a toda una serie de cambios estéticos en la literatura, en el arte y en el cine. Todos ellos se producen en muy poco espacio de tiempo y de forma vertiginosa. Movimientos que nacen y mueren dando paso a otro punto de vista diferente.
En el post anterior hemos intentado responder a la pregunta ¿qué fue el cine dadaísta? y aunque es una apuesta que tiene más que ver con la estética que con la narratividad propia del séptimo arte, fue la antesala para el cine surrealista. El movimiento como tal, se aglutina alrededor del poeta André Bretón. Igual que el Dadá nace en la Literatura y se extiende a las artes plásticas y posteriormente al cine.
Para comprender mejor el cine surrealista, nos tenemos que centrar en responder ¿qué es el Surrealismo?, lo cual es fácil siguiendo el Primer Manifiesto Surrealista de André Bretón: automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.
Ahora bien, después de la teoría, tenemos que hablar de la parte práctica y de cuales fueron las propuestas reales que se llevaron a la pantalla. Siempre es complicado el decir cual fue la primera película que introdujo una novedad y a veces, ni la propia bibliografía de referencia se pone de acuerdo. Suele ser porque muchos de los movimientos culturales de la Vanguardia se produjeron casi a la vez y con pocos años de diferencia. El Dadá suele encuadrarse desde 1916 hasta 1925 pero no es hasta 1928 cuando aparece el primer título propiamente surrealista con ‘La caracola y el clérigo’ de Germaine Dulac con un guión de Antonin Artaud. Cintas como esta, ponen en detrimento algunos de los valores aceptados, por ejemplo las historias que se cuentan. Para Dulac el cine «es un movimiento de cámaras» e «independiente de la acción que provoca». Vemos como se aboga por un cine estético y visual que queda al margen de los clásicos elementos dramáticos.
El ejemplo anterior se tacha como la pionera en remarcar las características de la estética surrealista, será un año después cuando Luis Buñuel estrene ‘Un perro andaluz’, el filme Surrealista por excelencia. El filme fue una colaboración con el pintor Salvador Dalí y mucho tiene que ver con sus propios sueños. Hace referencia directa a uno de los elementos más representativos de la estética Surrealista, el mundo onírico, un lugar donde no hay reglas y la realidad se transgrede. Se rompe los modelos aceptados, la narratividad y el tiempo son relativos, no lineales, recurriendo a imágenes agresivas que impactan en el espectador como el ojo y la navaja.
En cuanto a los títulos que representaron el movimiento, terminar con ‘La edad de oro’ , también llevada a cabo por Buñuel.
A modo de manual, si es cierto que estos son os tres títulos que representan el cine surrealista pero, fue mucho más allá. Una implicación directa de los parámetros del surrealismo artístico, donde se da importancia a elementos como los sueños y la memoria, es la colaboración de Salvador Dalí con el maestro del suspense en ‘Recuerda’. Todos recordaréis la escena del sueño. Dentro de una película tan diferente como puede ser el cine de Hitchcock tenemos una escena que mucho tiene que ver con el cine surrealista.
En resumen, nos enfrentamos a ejemplos que rompieron con aspectos establecidos en el cine desde sus orígenes, donde el tiempo y la narratividad dejan de importar para subrayar aspectos que se alejan de la realidad como los sueños.