La última entrega de ‘Los juegos del hambre’ nos muestra a una nación en guerra y a Katniss enfrentándose con uñas y dientes al presidente Snow (Donald Sutherland). Con la ayuda de algunos amigos, entre ellos Gale (Liam Hemsworth), Finnick (Sam Claflin) y Peeta (Josh Hutcherson), arriesgará su vida para salir del Distrito 13 y acabar con la vida del presidente Snow.
Seamos sinceros. Estamos saturados de distopías adolescentes.
Con los años, a Katniss Everdeen le han crecido los enanos (la sosísima Beatrice Prior, el desmemoriado Thomas y sus Clarianos, Fray y los cazadores de Sombras) siempre ensombrecidos por la imponente presencia de la chica en llamas, el Sinsajo… la heroína muy a su pesar.
‘Los Juegos del Hambre’ siempre ha sido una rara avis dentro del género.
Contaba con un reparto muy por encima de la media (con la impresionante Jennifer Lawrence a la cabeza, que vuelve a dar un puñetazo en la mesa exhibiendo sus inagotables dotes interpretativas); un diseño de producción abigarrado, bizarro, ajeno a la indiferencia; personajes principales poliédricos que las pasaban realmente canutas (Peeta y Katniss, premio a la pareja trágica); Snow, villano mayúsculo y una atmósfera veraz y agobiante, ideal para envolver semejante regalito sobre un futuro que ojalá no nunca experimentemos.
La segunda entrega del ‘Sinsajo’ se beneficia de poner el punto y final, sin cliffhangers que nos dejen con las ganas.
Francis Lawrence se toma su tiempo en cuidar a los personajes y acentuar el sombrío drama, intercalándolo con violentas escenas de acción warfare hasta el desenlace, donde el pastel recibe su guinda con un epílogo épico, casi redondo.
Mientras que otras sagas degeneran con cada nueva película, ‘Los Juegos del Hambre: Sinsajo (Parte 2)’ no es solo la mejor y más fiel entrega de la franquicia basada en la obra de Suzanne Collins, sino que pone de manifiesto algo que, por suerte, ya hemos visto antes: las palomitas y la venta masiva de entradas no están reñidas con la siempre bienvenida alegría de un Blockbuster que no toma al espectador por idiota.
Viendo como está el patio en Hollywood, la última flecha de Katniss es toda una bendición.
Lo mejor: el reparto.
Lo peor: al epílogo le sobran un par de escenas.