Alice Kingsleigh (Wasikowska) ha pasado los últimos años siguiendo los pasos de su padre y navegando en alta mar. A su regreso a Londres, atraviesa un espejo mágico y regresa al reino fantástico del Submundo con sus amigos el Conejo Blanco (Sheen), Absolem (Rickman), el Gato de Cheshire (Fry) y el Sombrerero Loco (Depp), que no es él mismo. El Sombrerero ha perdido su Muchosidad, por lo que Mirana (Hathaway) envía a Alice a pedir prestada la Cronosfera, un globo metálico dentro de la cámara del Gran Reloj que alimenta todos los tiempos. Al volver al pasado, se cruza con amigos -y enemigos- en diferentes momentos de sus vidas, y se embarca en una carrera peligrosa para salvar al Sombrerero antes de que acabe el tiempo.
Desde que Disney decidió revivir sus clásicos en imagen real (salvo honrosas excepciones como ‘El libro de la Selva’), la mediocridad impera: ‘Cenicienta’, ‘Maléfica’, la primera ‘Alicia’ y, por desgracia, el nuevo viaje a través del espejo.
James Bobin releva (o, más bien, calienta la silla sin poner un solo ingrediente propio en el guiso) a Tim Burton, para constatar que si una secuela puede ir a peor, sin duda lo hará.
Pese al recargado aunque exquisito diseño de producción y la alocada y colorista imaginería visual, ‘Alicia a través del espejo’ naufraga hasta resultar insufrible por la destrucción progresiva de dos elementos clave: la evolución de los personajes y el atractivo de la historia.
Con Jhonny Depp a la cabeza (si existiera el Oscar a la sobreactuación cansina, el ‘enchufado’ de Burton y antes actor, tendría en su vitrina tantos como aventuras de Jack Sparrows, Sombrereros, Vampiro petardo etcétera) de la debacle interpretativa, no hay un solo personaje que nos despierte el más mínimo interés… o directamente no nos moleste.
Sacha Baron Cohen parece incapaz de meterse en la piel de un ser humano normal; las Reinas hermanísimas molestan con sus ademanes de piji-locas (¡que las corten la cabeza!); los caracteres (‘soy tan mono como tonto’) generados por ordenador los hemos visto una y mil veces, con mejor fortuna y también, diálogo más allá del poco elaborado y mononeuronal ‘oh’, ‘uh’, ‘ah’, ‘gorgorito-ruidito-lo que sea’.
En definitiva, es imposible empatizar con los destinos de los habitantes de Loquilandia y la audaz (aunque intrascendente y temeraria en su esfuerzo por salvar a un tarado insoportable, aun suponiendo el fin del mundo) Alicia.
Por si esto fuera poco, si en la primera entrega Burton prendió la cerilla, en la segunda Bobin y su ‘guionista’, queman la casa.
El clásico literario se pervierte, retuerce, malinterpreta y aligera hasta la estupidez, incluso por debajo de su amable referente animado que, en su época, fue mucho más entretenido, relevante e influyente.
Busquen el sentido más peyorativo a ‘infantil’ y colóquenlo como pegatina en la primera página del libreto de este batiburrillo inconsistente.
Ni la lucha por la igualdad, el atesorar los buenos momentos (pues sólo se viven una vez) y el preservar los lazos que unen de la moraleja de cuento sirven para salvar los muebles, apaciguar el tremendo aburrimiento y atenuar el desastre.
‘Alicia a través del espejo’ se gana los galones: estamos ante el peor ‘revival live action’ de la Casa del Ratón, y también el peor Blockbuster en lo que va de año.
Lo mejor: el diseño de producción, vestuario y banda sonora.
Lo peor: total y absolutamente TODO lo demás.