Narra la historia de Desmond Doss, un joven médico militar que participó en la Batalla de Okinawa, en la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso.
Tras varios años envueltos en polémicas personales, la carrera artística de Mel Gibson, sin prisa pero sin pausa, vuelve a lo más alto.
En esta ocasión, recalca su buen hacer detrás de las cámaras, donde el australiano ha pulido sus dotes para la dirección con cada nuevo filme, desde su ya lejano y estimulante debut con ‘El hombre sin rostro’.
‘Hasta el último hombre’, supone el caldo de cultivo idóneo para que Gibson despliegue las señas de identidad de su cine: un tema controvertido (en este caso, la presencia de un objetor pacifista que rechaza la violencia y las armas, en una guerra sangrienta y sin cuartel), una arenga/sermón/lección moral constante y poco abierta a interpretaciones (muy pocos son ajenos a las inclinaciones político-religiosas del cineasta) y, cómo no, la posibilidad de desplegar un espectáculo cinematográfico que nos deje atónitos.
Apoyado en el acertado elenco protagonista (con especial atención al talentoso Andrew Garfield como Desmond Doss, el siempre magistral Hugo Weaving y, por último, Vince Vaughn, que sigue potenciando su faceta dramática, aunque también pone la nota de humor de la cinta) y la cuidada producción, Gibson relata las peripecias de Doss con garra, alumbrando las escenas bélicas más contundentes, impresionantes, cruentas y explícitas de los últimos años, a la altura épica de otros clásicos modernos del género como ‘Salvar al soldado Ryan’.
La tremenda contraposición en imágenes del pacifismo frente a la barbarie logran que el discurso de Gibson nos cale hondo.
Una obra descarnada que habla de amor, perdón, pérdida, expiación de los pecados, valor, humanidad, fraternidad, honor y el Infierno en la Tierra que supone un conflicto armado para los soldados y sus allegados.
‘Hasta el último hombre’, no es solo la mejor película del enérgico Gibson desde ‘Braveheart’, sino también el mejor drama bélico de la última década.
Lo mejor: las escenas bélicas y la claridad de su mensaje.
Lo peor: algunos secundarios piden a gritos desarrollar sus personajes.