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‘Resident Evil. El capítulo final’: Alice, la apisonadora

Cartel oficial en español de 'Resident Evil: el capítulo final'

La humanidad está agonizando tras la traición sufrida por Alice a manos de Wesker. Alice deberá regresar a donde la comenzó la pesadilla -Raccoon City-, ya que allí la Corporación Umbrella está reuniendo fuerzas antes de un último ataque a los últimos supervivientes del apocalipsis. En una carrera contra el tiempo, Alice tendrá que unir fuerzas con viejos y con un inesperado aliado en una batalla contra hordas de zombis y nuevos monstruos mutantes. Será la aventura más difícil de Alice para salvar a la humanidad, que está al borde de la extinción.

Si en algo acierta el ‘último’ capítulo de la franquicia basada en los videojuegos, frente a su competidora ‘Underworld’ y la fallida guerra de sangre, es en despojar de filosofía barata y trascendencia de baratillo el combate final entre la letal Alice y la malvada (y predecible, y petulante, y cansina) Corporación Umbrella, siendo plenamente consciente del por qué (y para qué) de su existencia.

Si la entrega anterior supuso el punto de calidad subterráneo de la franquicia, la presente recupera el pulso: arranca con un prólogo-resumen de lo acontecido y, sin más dilación, entra en sangrienta harina como altar al lucimiento atlético/militar/mamporrero de Milla Jovovich, que reparte a diestro y siniestro a todo bicho viviente (es un decir).

‘Pantalla tras pantalla’, enemigo tras enemigo, las explosiones, decapitaciones, desmembramientos y demás formas imaginativas de aniquilación explotan en una sucesión de set-pieces polvorientas, destartaladas y ‘tecnogóticas’ creadas para la ocasión, culminando en un final pretendidamente sorpresivo pero cantado ‘a lo 3 tenores’, para cualquier espectador con los ojos abiertos y un mínimo de rodaje en el mundillo del Blockbuster moderno.

La mejor baza de la cinta de Paul W.S. Anderson es no tomarse en serio a sí misma, ni pretenderlo.

El capítulo final es un bufé libre de fan service, donde el adicto videojueguil que muchos llevan dentro y el (bienvenido) escapista palomitero, se lo pasarán en grande.

Si este es el ocaso de la saga, resulta tan divertido como efímero.

No escribirá ninguna página en la historia del Séptimo Arte, pero tampoco engaña a nadie, pretendiendo dar más de lo que da: entretenimiento taquillero para que Alice (aledaños o semejantes), cual churro, siga pateando culos en el futuro.

No esperen más sesos que los desparramados por la carnaza zombi.

Si la idea es olvidarse de todo y gritar ‘1,2,3… ¡acción!’, la masacre aprueba con nota.

Lo mejor: sincera, pura y simple inyección de adrenalina mononeuronal.

Lo peor: ¿algún día veremos a los malos pergeñando planes no estúpidos?

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