En un futuro cercano, un cansado Logan cuida del Profesor X en un escondite en la frontera de México. Los intentos de Logan por esconderse del mundo y ocultar su legado terminan súbitamente con la aparición de una joven mutante perseguida por fuerzas oscuras.
La capacidad de Marvel para sorprender a sus fans es inagotable.
Cuando todo parece indicar que se ha agotado la fórmula, que todo empieza a parecerse demasiado, llega un soplo de aire fresco desde la Casa de las Ideas, que nos hace recuperar la fe y la confianza.
Fue así con ‘El soldado de invierno’, ‘Guardianes de la Galaxia’, ‘Ant-Man’ y ‘Deadpool’ en la gran pantalla; ‘Daredevil’, ‘Jessica Jones’ o la reciente ‘Legion’ hicieron lo propio en televisión.
El legado marvelita continúa en ‘Logan’, una película bienvenida, distinta y contundente.
La papeleta que tenían los mandamases de la Major era difícil: despedir al mutante más icónico y querido, haciéndole justicia sin perder el norte. Y no solo le decían adiós a él, sino al otro titán sin el que los X-Men no tendrían sentido: el profesor Charles Xavier.
Pues bien, ‘Logan’ supera las expectativas: es mucho mejor de lo que cabría esperar, después de las descendentes entregas anteriores del universo ‘spandex’, hipertrofiado al fin por Bryan Singer en Apocalipsis.
Nadie puede acusar al reparto y equipo de sutileza.
‘Logan’ es la cinta más dura y violenta de Marvel hasta la fecha, con litros de sangre, desmembramientos varios y palabrotas a diestro y siniestro. Su calificación R está justificada y, lejos de ser gratuita, sirve para ilustrar la triste historia del último viaje del de las garras de Adamantium.
Más allá del brutal e inmersivo escenario, que nos involucra desde el minuto uno, encontramos en ‘Logan’ un trío protagonista absoluto y maravilloso.
Patrick Stewart compone al viejo, cansado, culpable y enfermo Xavier con la majestad del que se sabe actor como la copa de un pino; Hugh Jackman se entrega en cuerpo y alma a su alter ego, demostrando el pleno conocimiento del personaje, sudando y sangrando a chorros para que olvidemos todo lo que habíamos visto hasta ahora.
Por último, la joven Dafne Keen irrumpe en pantalla por la puerta grande. La feral Laura es mucho más que una máquina de matar. Una niña asustada, desprovista de infancia, que no entiende cuál es su lugar en el mundo. Personaje complejo que no solo sirve para la última redención de Lobezno y el Profesor X, sino que nos atrapa con cada gesto, con cada mirada al infinito.
Por fin presenciamos el western crepuscular/dramón que Lobezno pedía a gritos.
Un personaje tan rico necesitaba quitarse las mallas, escapar de los tópicos acumulados con los años y explotar el talento (casi siempre a medio gas) del magnífico actor que lo ha convertido en inolvidable.
Si la distancia entre Marvel y Dc ya era sideral, la impostada, vacía oscuridad de la segunda palidece ante este implacable puñetazo en la mesa de Stan Lee y compañía.
Un doloroso y sangriento acierto que todo amante del buen cine debe ver. Aunque no le gusten los superhéroes.
Lo mejor: Lobezno y Xavier merecían una historia así.
Lo peor: la escasísima entidad de los villanos, contra recurrente en el género.