Los miembros de una mesa de gente que nadie quiere en una boda, compuesta por invitados que no encajan en ninguna de las otras mesas, deciden hacer algo al respecto.
Admitámoslo: las bodas son un filón que, bien explotado, han dado al Séptimo Arte un montón de alegrías. Esta solemne celebración donde se juntan gente de lo más variopinta, siempre termina con unas cuantas anécdotas para el recuerdo y variados ridículos que olvidar.
Por tanto ‘Mesa 19’ parte con la inestimable ventaja que el género da, y también te quita cuando los encargados del viaje no tienen claro qué clase de película quieren hacer.
La cinta de Jeffrey Blitz hace suya la tierra de nadie, pasándose de independiente: como screwball comedy resulta inofensiva; como drama poco profundo y lleno de clichés.
Su lado cómico visita todos los lugares comunes del género, sin desarrollar ninguno más allá del trazo grueso y previsible de (¡oh, sorpresa!) los problemas que tenemos todos los adultos que, a veces, nos comportamos como idiotas.
En definitiva, estamos ante un cúmulo de buenas intenciones que brillan con demasiada intermitencia gracias, sobre todo, a la buena voluntad de los protagonistas, que hacen todo lo que pueden… con lo poco que tienen.
Tan solo la calidez y cercanía de la ‘vecina de al lado de América’, Anna Kendrick, y las marcianadas del ‘el eterno invitado a reuniones sociales’, Stephen Merchant, consiguen despertar nuestro interés.
Con todo, mirar el reloj en una pieza de menos de noventa minutos, es razón suficiente para pensar en muchas bodas (y aledaños) con saraos mejores que éste.
Lo mejor: Anna Kendrick.
Lo peor: carece de chispa.