En esta cinta completamente animada, un misterioso mapa coloca a Pitufina y a sus mejores amigos Pitufo Filósofo, Pitufo Torpe y Pitufo Fortachón en una emocionante e intrigante carrera a través de El Bosque Prohibido, lleno de mágicas criaturas, para encontrar la misteriosa aldea escondida antes que el malvado mago Gargamel. Embarcados en un trepidante viaje lleno de acción y peligro, están a punto de descubrir uno de los mayores secretos de la historia de Los Pitufos.
Si bien la primera aventura moderna de los Pitufos, con Neil Patrick Harris, resultó interesante y divertida, la segunda entrega evidenció una urgencia por el cuánto más mejor, a cualquier precio.
Varios años después, Sony Pictures Animation respira hondo y abandona esa senda, optando por poner toda la carne en el asador animado con ‘La Aldea Escondida’, una aventura digital con lo último en tecnología, llena de bellos paisajes y personajes vivos y dinámicos.
Pero, a la vez, la cinta de Kelly Asbury vuelve a los orígenes de los personajes creados por Peyo, con fidelidad casi literal.
De las tres entregas, ésta es, sin duda, la más fiel a las viñetas, tanto en el fondo como en la forma, lo que supone una ventaja capital para contentar a sus fans, pero también un escollo para atraer o conservar a espectadores acostumbrados a la moderna animación digital actual, repleta de dobles sentidos, guiños y contenidos adultos convenientemente envueltos para los más pequeños.
Aquí, lo que ves es lo que hay: buenas intenciones, amabilidad, amistad, igualdad y empalagosa dulzura.
Los Pitufos representan un ideal inalcanzable para la mayoría, siempre dispuestos a hacer lo correcto, sin conflictos internos que resolver, ni dilemas morales a los que hacer frente.
Si el bien absoluto de estos pequeñajos se enfrenta al unidimensional Gargamel, un villano icónico pero claramente edulcorado e inofensivo, no hay emoción ni tensión en el relato que lo haga perdurable en el recuerdo.
Sony acierta en envolver en el espíritu de Peyo el reinicio de su franquicia, pero busca encontrar el fondo en la forma, perdiendo de vista dos décadas de animación digital que nos han enseñado que, además de imágenes que nos quiten el hipo, se pueden tocar temas variados planteando conflictos reales.
En ‘La Aldea Escondida’ no existen tonos grises, ni evolución Pitufal.
Sin drama, solo nos quedan un montón de parajes preciosos, incluso mágicos, pero desprovistos del calado emocional mínimo imprescindible, para defender a capa y espada la vuelta de nuestros amigos azules.
Lo mejor: la excelente animación.
Lo peor: reducir a los Pitufos al apodo de cada uno, más toneladas de irreal bonhomía.