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‘Alien: Covenant’: The Bicho Awakens

Alien Covenant

Rumbo a un remoto planeta al otro lado de la galaxia, la tripulación de la nave colonial ‘Covenant’ descubre lo que creen que es un paraíso inexplorado, y que resulta ser un mundo oscuro y hostil. 

Hay dos visiones, totalmente antagonistas, para encarar (y criticar) a ‘Alien: Covenant’.

La primera, considera solo la película (secuela de ‘Prometheus’, precuela de ‘Alien’). Separada de su legado, ‘Covenant’ cumple su función: entretener al espectador conocedor (o no) de la saga, con un sangriento espectáculo sin paradas ni tonterías.

Scott tiene a su servicio un montón de millones y décadas de oficio para mantenernos pegados a la butaca, despojando al relato de la petulante y mal resuelta ‘paja mental’ de la anterior entrega y explorando las mil formas que un bicho hijo de perra tiene de aniquilarnos.

En la primera visión, es fácil (y cómodo) concluir que estamos ante una película notable en su género.

Ahora vamos con la segunda, mucho más importante para quien esto escribe: considerar ‘Covenant’ como parte de un hito del Séptimo Arte y, también, otro eslabón de la cadena con la que el Hollywood moderno nos apresa, sin visos de soltarnos en un futuro próximo.

Dentro de la leyenda del Xenoformo, y situando a ‘Alien’ y ‘Aliens’ como obras capitales del género, ‘Covenant’ no es más que el Remix ‘hipervitaminado de talonario’ de ambas.

Todo en la película es un homenaje, un chute de fan service, una asunción no encubierta de que ‘Prometheus’ fue una chapuza visualmente intachable, pero del todo absurda.

‘Covenant’ es el ‘Despertar de La Fuerza’ de Scott, donde lo único que el cineasta aporta como nuevo, realmente, es una agradecida dosis de desenfreno slasher donde cada pintamonas espacial recibe lo suyo por parte de nuestra icónica máquina de matar, y el doblete de Fassbender, que maquilla el desaguisado que supuso David, a través de los ojos de Walter.

Evidentemente, si el primer y segundo episodio os dejó flipando, ésta despertará los mismos sentimientos.

Pero la honestidad obliga a calificarla como un timo, un reconocimiento al hecho de que Scott (y toda su cháchara de ‘soy lo más, chatos’), ha sido incapaz de arreglar las cagadas de ‘Prometheus’, explorando bien los grandes temas que planteó y decidió diluir en la estupidez superlativa de unos gilipollas espaciales (guste o no a los hooligans defensores de la saga, el director también es responsable de saber que el libreto que está siguiendo, es una castaña).

Para no salir de la sala con la sensación de que os han tocomochado, mejor abrazad la primera visión. Al fin de al cabo, a la Meca del Cine ya casi nadie le pide ideas nuevas. 

Como mucho, nos contentamos con que no la caguen al envolvernos el happy meal para que nos lo zampemos.

Y esto, amigo Ridley, sí lo has conseguido… copiándote.

Lo mejor: la matanza implacable.

Lo peor: la novedad, ni está ni se la espera.

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