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‘Goodbye Berlín’, la sinrazón adolescente

Mientras su madre está en una clínica de rehabilitación y su padre en un «viaje de negocios», Maik, de 14 años, pasa las vacaciones estivales aburriéndose en casa. Entonces aparece Tschick, un adolescente rebelde, inmigrante ruso y marginado. Decide robar un coche para alejarse de Berlín, y Maik se va con él. Aquí empieza una loca aventura y un verano que jamás olvidarán.Su director Fatih Akin (‘Contra la pared’, ‘Soul Kitchen’) y el guionista Lars Hubrich, adaptan la novela original de Wolgang Herrndorf titulada ‘Tschick’, un microcosmos adolescente que se inspira en las aventuras de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn en una Alemania actual. Desde el principio de la película se liberan los personajes adultos como es el caso de la madre alcohólica, de un padre que se larga a una entrevista de 14 días con su amante secretaria, o incluso del profesor tras finalizar las clases. Maik, (interpretado por Tristan Göbel), es el chico invisible de un amor idílico adolescente no correspondido, abandonado por sus progenitores en una casa de lujo propiedad de los bancos y en medio de una urbanización desierta y paralizada en su construcción por haber encontrado restos arqueológicos, como si de un islote se tratase.

A partir de aquí se empieza a forjar una leyenda. Tschick, (el personaje del actor Anand Batbileg), le abre los ojos a un mundo sin preocupaciones, a lanzarse a la aventura de vivir sin subyugarse por el imperio de la razón. Un viejo Lada Niva robado para viajar siempre al este en busca de los Urales. Y de estas experiencias va surgiendo la auténtica amistad sin condiciones y despojada de cualquier dependencia. Dos chavales de 14 años, conduciendo por las autovías alemanas sin mapa alguno, con el mismo peligro que un bebé con una pistola cargada en sus manos… Parajes insólitos, estampas rurales que despiertan sus vivencias, picaresca y complicidad en los personajes bien interpretados.‘Goodbye Berlín’ es una «road-movie» alemana destinada a un público juvenil, pero muy, muy lejano de relatos como pudieran ser los de J. K. Rowling. Que derrocha hiper-realismo en algunas escenas imaginarias, pero a cambio no busca el perfeccionismo visual de otras donde la acción les lleva a atravesar un maizal o una estampida de vacas, por ejemplo. Pero sí se trata de una buena película de corte no comercial o alternativo, que es difícil de clasificar, ya que con las características comentadas posee una personalidad dotada de un humor muy particular y de un drama tan atípico como puedan ser las dificultades o los problemas de la etapa de la adolescencia. Lo cierto es que independientemente de la edad se disfruta y puede resultar tan incomprendida como si la viviéramos con los mismos ojos de la pubertad.

Fatih Akin dibuja dos personajes universales y cervantinos en pleno siglo XXI, despojándolos de sus identidades para disfrutar de la despreocupación del momento, propio de los 14. Sustituye el rocín y el asno por un viejo vehículo de cuatro ruedas, y los pone en la carretera llena de bruma y adversidades para que desanimen sus anhelos. E incluso, en ese paisaje, introduce los molinos de viento, aldeas perdidas y hace primar el valor de la amistad. Pero también, sin menospreciar ni mucho menos a Jeff Kinney y su obra, el espectador puede estar tan perdido como si se tratase de ‘El diario de Greg’. Una sinrazón que termina en el fino limbo entre la adolescencia y forjarse como una leyenda, de quien regresa al instituto tras las andanzas veraniegas con ese halo de admiración por parte de los demás compañeros.

Lo mejor: las interpretaciones de los tres protagonistas juveniles y su química… y las canciones de su banda sonora, incluyendo la incombustible versión de ‘Ballade pour Adeline’ de Richard Clayderman.

Lo peor: que el espectador desconecte creyendo que se trata de un producto más comercial.

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