El joven Peter Parker comienza a experimentar su recién descubierta identidad como el superhéroe Spider-Man. Después de la experiencia vivida con los Vengadores, Peter regresa a casa, donde vive con su tía, bajo la atenta mirada de su supervisor Tony Stark. Peter intenta mantener una vida normal pero interrumpe en su rutina diaria el nuevo villano Vulture y con él, lo más importante de la vida de Peter se verá amenazado.
Todo el gran poder que ha ido acumulando Marvel Studios construyendo su universo de superhéroes cinematográficos llega a lo más alto con esta última entrega del lanzatelarañas. Gracias al acuerdo llegado con Sony Pictures, esta no es sólo la mejor entrega del hombre-araña sino que, hasta el momento, es la mejor película salida de cualquier personaje de Stan Lee.
La gran responsabilidad que conlleva, una vez más, dar vida fuera de las viñetas a uno de los dos iconos gráficos más populares de la historia del cómic (el otro vuela y es de origen extraterrestre), se ve superada y con creces a cualquier expectación posible. ¿Y qué la hace tan buena…?
Lo primero es su frescura. Adapta perfectamente el personaje a la línea editorial de los cómics más recientes mostrando a un adolescente flirteando con la heroicidad.
Es coherente y se integra a las mil maravillas dentro del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) ya existente. Todos conocemos al personaje y no es necesario malgastar metraje para mostrar sus orígenes. Además, tras su cameo en ‘Capitán América: Civil War’ queda patente tanto su presentación como su adhesión al mundo de los Vengadores.
Deconstruye la tecnología que adorna su particular indumentaria para prescindir de todo ello y de los excesivos gadgets suministrados, consiguiendo centrarse en sus auténticos poderes extraordinarios.
Todavía no es el Peter Parker fotógrafo del Daily Bugle, pero sí le gusta ir grabándolo todo con su móvil. Es un quinceañero de instituto cuyas aventuras se centran más en adaptarse a ese periodo de las hormonas adolescentes descontroladas, las chicas de clase, las frikadas de su mejor amigo (más interesado en los Lego Star Wars), e intentar pasar lo más desapercibido ante los habituales acosos estudiantiles de algún compañero.
Pero está claro que todo eso es más complicado si te ha picado una araña radiactiva y no lo puedes ir gritando a los cuatro vientos. O si te has codeado con el Iron Man Team en una batalla decisiva entre la élite de los defensores de la humanidad.
Su madurez adolescente y heróica consiste en asimilar los cambios. Del barrio de Queens salta a Alemania con la lucha entre Vengadores, para una vez que está animada la cosa devolverlo a su hábitat neoyorkino prácticamente inoperativo. Con un disfraz espectacular, en modo asistente y baby-sitter, ha de dilucidar en qué punto se encuentra entre chico, estudiante, amigo, sobrino y superhéroe, con la dura advertencia de que «si no eres nada sin el traje no deberías llevarlo».
Es evidente que Tom Holland (‘Lo imposible’, ‘En el corazón del mar’, ‘Z, la ciudad perdida’), se ha calzado tal indumentaria a la perfección, logrando un carisma en este personaje tal que se olvida cualquier precedente. Pero además de estar arropado por gran parte del catálogo marvelita mediante los propios personajes, guiños y cameos, tiene un gran villano a la altura de las circunstancias.
Michael Keaton (‘Spotlight’, ‘Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)’, »El fundador’), renace de sus cenizas para esta segunda etapa dorada y vuelve a colgarse las alas mecánicas, en este caso para interpretar a uno de los más emblemáticos villanos de Spidey. Y lo hace desde una perspectiva actual, moderna y humanamente más social, justificando su presencia a la perfección.
‘Spider-Man: Homecoming’ está dirigida por Jon Watts (‘Coche policial’, ‘Clown’), quien parece tener silla asegurada para la continuación debido al éxito tanto por la calidad de la película como por los beneficios que pueda generar.
Lo más complicado reside en volver a traer al héroe trastocado una vez más y rodeado de un universo de personajes que ya pululan a sus anchas por escaparates de tiendas de todo tipo. Jonathan Goldstein y John Francis Daley, responsables de esta nueva historia y su guión, han conseguido recrear la mejor versión del arácnido humano, con buenas dosis de humor, dramatismo y desbordante acción como no podía ser de otra manera: «The Amazing Spider-Man», como reza en las portadas de sus cómics.
La música del incombustible Michael Giacchino (cada vez es más increíble lo prolífico que es para lo poco que se le menciona como maestro contemporáneo de bandas sonoras), incluso aporta los acordes de la serie televisiva en su inicio como guiño.
Como decía, ‘Spider-Man: Homecoming’ está repleto de cameos, guiños a las anteriores películas del hombre-araña, e insinuaciones por cada uno de sus fotogramas. Es divertida, y llena de humor. Se adapta perfectamente al complejo mundo del UCM. Y sobresale…
Pero además de todo lo mencionado, su valor añadido consiste en recuperar al héroe definitivo y enroscarlo en la maquinaria Disney-Marvel (Tiger, Star Wars, caretas de los Vengadores… y porque no pueden meter la silla de ruedas de Charles Xavier), y que funcione con insólita espectacularidad. Una versión de Peter Parker y su entorno llena de complicidades, de identidades con dobles vidas. La de un muchacho de quince años que, por un lado, pretende continuar con su sencillez en su barrio de Queens, y por otro ha de forjar al héroe más famoso del planeta.
Lo mejor: guión magnífico, acción trepidante, ingenio, conexión y coherencia.
Lo peor: el muñequito digital del trepa-muros, ya que en algunos planos con la tecnología actual podría haber tenido un resultado mucho mejor.