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‘Madre!’ y la responsabilidad de jugar a ser Dios

Madre! destacada

Madre y él viven una existencia aparentemente idílica en un paraíso recóndito. Inesperadamente la relación de la pareja se pone a prueba cuando hombre y mujer se presentan en su casa sin que nadie les hubiese invitado. Responder a esa llamada a la puerta altera su apacible existencia, y a medida que se presentan más y más invitados, madre se ve obligada a reexaminar todo lo que sabe sobre el amor, la devoción y el sacrificio.

Siempre, al principio, está la palabra. Esa misma con la que el creador invoca a las cosas para que sean presentes. La que utiliza Dios para crear el universo, según la Biblia. O la que traza el poeta para describir su mundo.

Darren Aronofsky (‘Noé’, ‘Cisne negro’, ‘La fuente de la vida’), es un poeta de la imagen que no deja indiferente al espectador. Despierta conciencias, provoca sentimientos e incomoda.

‘Madre!’ es una alegoría fílmica en la que, con muy pocos elementos, crea un universo muy particular. Arranca con una narración magistral llena suspense e intriga, con dos personajes en una casa con identidad propia, viva y con corazón. Ella (Jennifer Lawrence) y él (Javier Bardem) la habitan en un limbo atemporal mientras no termina de llegar la inspiración, hasta que hombre llama a el desasosiego.

Aronofsky, escritor, productor y director de ‘Madre!’, describe una breve y particular historia de la humanidad con efecto bucle. Belleza en el paraíso, amistad, amor, pecado original, envidias y recelos, muerte, admiración, discípulos, seguidores, fanatismos, peleas, escisones, guerras, destrucción y aniquilación, soledad y recreación.

Todo bajo un mismo y complejo escenario: la inmensa casa (con ciertos tintes de ‘Psicosis’) y su entorno verde más cercano, rodeado de rastrojo quemado, es decir la nada. Una casa que simboliza la naturaleza, la paz absoluta, la tranquilidad y la armonía: el paraíso.

Este «universo-casa-paraíso» se verá viciado a partir de la codicia intrínseca del ser humano una y otra vez. No valorar suficientemente lo que nos rodea, lo que tenemos. Sino más bien cegarnos por lo que ansiamos, por cuanto envidiamos de los demás, hasta el punto de destruirnos y como escribía antes, aniquilarnos.

Este es el principal mensaje de ‘Madre!’… y sí, con signo de exclamación. Como una «voz, grito o frase en que se refleja una emoción, sea de alegría, pena, cólera, asombro o cualquier otro afecto», tal y como refleja su acepción en nuestro Real Diccionario de la Lengua Española.

Por lo descrito, la interpretación por parte de sus actores es intensa, muy visual y con poco diálogo. Jennifer Lawrence (‘El lado bueno de las cosas’, ‘Passengers’, ‘Joy’), solventa con asombro la incoherencia de cuanto le sucede y acontece en su zona segura. Javier Bardem (‘No es país para viejos’, ‘Biutiful’, ‘Skyfall’), merece la pena por la reflexión que hace de cómo sería el creador bloqueado, prescindiendo de cualquier máxima o dogma religioso.

Ed Harris (‘Appaloosa’, ‘Enemigo a las puertas’, ‘El Show de Truman’), viene a representar la figura de un Adán que disfruta mano a mano con la gratitud del creador, hasta que irrumpe en escena una sibilina Eva, Michelle Pfeiffer (‘Stardust’, ‘Yo soy Sam’, ‘Lady Halcón’), llena de matices.

La interpretación por parte del público estará condicionada por prejucios culturales, religiosos, sociales o de cualquier otra índole que cada cual lleva en su mochila, dependiendo con qué mensaje de la película decida recoger.

Pero lo que no cabe duda alguna es que se trata de una impresionante historia que debería servir para reflexionar sobre cuestiones existenciales relacionadas con la humanidad. Una humanidad encerrada en cuatro paredes que dan mucho de sí, y que siempre tendrá en sus manos su propio destino.

Lo mejor: la riqueza visual y los muy diferentes sentimientos que va despertando en el público.

Lo peor: que el espectador se ofusque de manera excesiva en tramas y creencias religiosas y no termine de centrarse en el mensaje sobre el nivel de idiotez que pueda llegar a alcanzar la humanidad.

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