Crónica de las aventuras de una excéntrica, tenaz y muy unida familia. Es una potente historia de amor incondicional. Jeannette Walls es una joven que, influenciada por la naturaleza salvaje y atrevida de su disfuncional padre logró, gracias a su profunda determinación, labrarse una vida de éxito según sus propios términos.
‘El castillo de cristal’ es la necesidad intrínseca de construir un proyecto vital para salir adelante a lo largo de nuestra existencia. En ocasiones se trata de una meta primordial a la que aferrar el sentido de vivir, y en otras puede ser la oportunidad de apreciar cuanto tenemos para que el corazón siga latiendo con suficiente intensidad como para continuar un día más.
Es esa estancia que nos transmite seguridad, y que posiblemente los más cercanos puedan llegar a apreciar. Pero también se trata del aspecto más vulnerable de nuestra intimidad, donde reside el cariño, el dolor, el amor, la frustración, o la esperanza. Una fortaleza llena de sentimientos y emociones muy personales, pero con un tratamiento más que delicado por tratarse de un material bello y sensible como es el cristal.
Basada en las memorias de la propia periodista y escritora, Jeannette Walls, la homónima película de Destin Daniel Cretton (‘Las vidas de Grace’), describe una singular infancia con todas las luces y sombras que la familia protagonista pudo vivir. Un testimonio que viene a ser ejemplo de purga purificadora, donde homenajea al mismo tiempo las penas, las alegrías y los dramas vividos, en los que nada es aparentemente sencillo.
Además de contar con la sólida historia de una familia desarraigada de la sociedad, uno de los principales méritos para describir el texto en imágenes ha sido lograr una excelente cohesión y unidad interpretativa. No sólo por parte de la magnífica protagonista Brie Larson (‘La habitación’, ‘Kong: La Isla Calavera’, ‘Las vidas de Grace’), de un excelente Woody Harrelson (‘No es país para viejos’, las sagas de ‘Los juegos del hambre’ y ‘Ahora me ves’), o de la descolocada artista Naomi Watts (‘Birdman’, ‘Lo imposible’, ’21 gramos’), sino también por el magnífico elenco de jóvenes que en diferentes edades logran transmitir idénticas sensaciones dentro del mismo papel.
Mediante flashbacks se describen las vivencias de una familia nómada, despreocupada, y la irresponsabilidad de los demonios internos de los padres frente a la fértil imaginación evasiva de los hijos. Pero también muestra magníficos mensajes de superación que, por lo general, se olvidan con facilidad. Para salir a flote y nadar hay que soltarse del bordillo, sólo así se aprende viviendo.
Existe un vínculo muy especial entre la escritora y su padre, hasta el punto de cerrar las heridas, literales y figuradas, y de cargar como niña con la insensatez de sus progenitores. «Los monstruos son iguales, les gusta asustarte y cuando les das la cara huyen».
Según las propias palabras de la protagonista, a pesar de que nunca fue una familia sino una pesadilla, sí parece que la escritora termine por redimirse de las muchas canalladas padecidas. Y sintiéndose muy afortunada de haber planeado aquel castillo de cristal junto a su padre.
Por encima de la previa escritura de la novela y de la dramatización de tales recuerdos, ‘El castillo de cristal’ sabe dejar una magnífica huella tanto con su sólido argumento como con unas magníficas actuaciones que permiten largarse y salir poco a poco de estas cloacas familiares.
Lo mejor: «somos cangrejos en una olla y no sabemos que nos cocemos».
Lo peor: que los recortes finales con los protagonistas reales de la historia a modo documental queden un tanto descolgados de la película en sí.