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‘La piel fría’, monstruos románticos

En una isla perdida en mitad del océano, dos hombres se defienden, noche tras noche, del asedio de unas extrañas criaturas marinas. Sometidos a extrema tensión, sin entender las razones del ataque, tendrán que replantearse cómo enfrentarse a lo desconocido. La cautividad y la lucha incesante por la vida los arrastran a un viaje al centro de sus entrañas, donde se entremezclan lucidez y enajenación, rechazo y deseo, crueldad y amor, hacia lo desconocido.

‘La piel fría’ es la romántica narración en primera persona de la soledad. Un oficial atmosférico (con la preciosa misión de medir los vientos en una inhóspita y remota isla, por la que no pisan ni los pájaros), es destinado durante un año a investigar tan curioso paraje.

Pero en vez de aprovechar el tiempo para descubrir sus innumerables recursos, parece limitarse a convivir y malvivir con otro humano despojado de todo menos de su bastión: un faro al que acuden puntualmente monstruos estancados en la evolución que no aprenden noche tras noche de las embestidas de de los dos únicos seres civilizados que se protegen a golpe de pólvora. Y claro, entre tanta soledad, y poca humanidad, parece más natural soportar los malos tragos a golpe de zoofilia que como lo hacían los antiguos griegos tras meses embarcados sin necesidad de denostar su viril masculinidad.

Bajo el lema de «matar y conquistar» aunque no se sepa muy bien el qué, sí a quién, el director francés Xavier Gens lleva a la gran pantalla el relato del antropólogo y escritor Albert Sánchez Piñol, en una muy cuidada película que recrea el mejor romanticismo (y no de amor, precisamente) oscuro de los cuentos de terror de Byron, Shelley, Maupassant o incluso de Poe.

Con unos pocos elementos como una cabaña, un faro, dos humanos y un puñado de monstruos marinos se confecciona la excusa perfecta para echar en cara al bueno de Darwin el estancamiento evolutivo de esos seres sin alma, que viven en un perenne infierno dantesco.

Lo más interesante de este argumento cinematográfico, reside en el agobio y en la intensidad interpretativa por parte de sus tres actores David Oakes, Ray Stevenson y Aura Garrido (como la mascota hiper-maquillada), logrando que el público no busque solución a las múltiples lagunas, sino que disfrute del suspense, de la música y de la calidad técnica que aporta.

«Buenos vientos» y «los mejores mares» es más un deseo que una realidad para ‘La piel fría’ que se ve superada por los monstruos, pero que pretende seguir la estela de ese magnífico Guillermo del Toro en cuanto a género y gustos.

Lo mejor: el ritmo, las actuaciones y el ánimo de suspense que transmite la película.

Lo peor: previsibilidad y la falta de entusiasmo por desarrollar la historia.

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