Un relato de pasión, violencia y traición que cuenta la historia de cuatro personajes cuyas vidas se entrelazan en el ajetreo y el bullicio del parque de atracciones de Coney Island en la década de los 50.
Woody Allen es Woody Allen. No se le puede pedir a estas alturas que realice una película de superhéroes, o de terror, una cinta de animación, o algo con tintes bélicos. Ya tiene tiene su molde muy bien definido, y ha dejado su impronta marcada para la historia del cine en lo que mejor sabe hacer: la tragicomedia. Bien sea una combinación en distinto porcentaje de mezcla, o separando tragedia por un lado y comedia por el otro para presentar distintos matices y así evitar la consabida repetición en su prolífica obra. Pero siempre es distintivo el cine de Woody Allen.
Dicho esto, ‘Wonder Wheel’ sería una magnífica obra de teatro si se estrenase sobre las tablas siempre y cuando contase con el mismo reparto interpretativo. Para darle un realce y mayor valor añadido, cuenta con la impresionante fotografía de Vitorio Storaro y una recopilación musical de la época como nos suele tener acostumbrados su director. La ambientación digital de la playa de Coney Island y las famosas atracciones de su parque están magníficamente logradas e integradas en el litoral turístico neoyorkino de los años 50.
Sobre el guion del propio Allen, los actores parecen girar y girar atrapados en los brazos del destino que no les permite la felicidad. Cual tragedia griega, el maestro de ceremonias que nos introduce en el argumento es el propio Justin Timberlake, socorrista temporero con grandes dotes de seducción. Kate Winslet protagoniza a una mujer madura corroída por la migraña continua de malvivir en un “circo chabacano a los pies de la noria Wonder Wheel”. Jim Belushi, es el marido que vuelve a recuperar el sentimiento de paternidad cuando su repudiada hija se ve en la necesidad de acudir a él como último recurso. Y Juno Temple interpreta a una joven perseguida por disfrutar la vida intensamente y sin querer mirar tales consecuencias. Cuatro actores que brillan en un firmamento argumental del universo tan singular de Woody Allen. Almas que giran como perdidas sin rumbo en un paseo por la deslumbrante arena de la playa.
El prestigioso director de fotografía Vitorio Storaro vuelve a colaborar con Allen, tras la anterior ‘Café Society’, creando preciosas postales cinematográficas y jugando con la luz, con tonos cálidos y fríos, que aportan un efecto de realce en las interpretaciones y en la ambientación de la película como si de un personaje más se tratase. En ocasiones su paleta visual rojiza destella euforia, como tan pronto los azules metálicos pronostican tragedia.
La neurosis de Woody Allen, aunque muy venida a menos, sigue latente con detalles como la pasión por el jazz en su banda sonora, el cine clásico visto desde la butaca de la sala, las primeras sesiones psiquiátricas -del joven pirómano-, familia con hijos de anteriores matrimonios, o incluso verse en una vida doméstica tan carente de sentido o aliciente que llegue a transmutar en comedia. Y por supuesto, su ciudad fetiche, Nueva York.
‘Wonder Wheel’ es una muy buena obra de teatro excelentemente cinematografiada.
Lo mejor: sin duda su fotografía, su decorado y la banda sonora.
Lo peor: la insistencia de Woody Allen por repetirse hasta la saciedad, aunque bastante más contenido.